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Saray, Mara y Agustina, los rostros detrs de la exclusin social que se ceba (ms) con ellas: «Si lo pienso mucho, me machaco»

by Marko Florentino
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Una maana a Saray Navarro le dio asco fumar. Haca algo ms de un mes que haba roto con su novio. Se hizo el predictor y dio positivo. El muchacho no se desentenda, pero tampoco iba a ser un padre presente. As las cosas, la ruptura fue firme. Sin familia cerca, con poca cualificacin profesional y de baja laboral en su empleo de hostelera, iba tirando en una habitacin alquilada. «Pens en abortar, pero yo quera una familia como la que nunca tuve», cuenta. Saray (35 aos) se cruz con la fundacin Redmadre y la asociacin Provida y ahora vive con la recin nacida bajo su amparo. Comparte piso con otra mujer y su hijo, y aspira a conseguir estabilidad personal y econmica para su nia. Por el momento, ellos se ocupan de la casa y los gastos. Tambin le han proporcionado lo preciso para la beb. Ya saben, ropita, cremas, carrito, cuna… «Todo est muy nuevo», dice contenta.

La precariedad tiene muchas caras, la mayora de mujeres, como Saray. Segn el ltimo estudio de la Fundacin Foessa, impulsada por Critas Espaola, ‘Evolucin de la cohesin social y consecuencias de la Covid-19 en Espaa’, la tasa de exclusin social alcanza al 20,8% de los hogares. Cuando la sustentadora principal es una mujer, sube al 25,6%, mientras que si lo es un hombre, la cifra es 7,4 puntos inferior (18,2%). Y ms: los casos de exclusin ms severos afectan casi el doble a los hogares donde los nicos ingresos o los principales los aporta una mujer.

Comercio y hostelera, sectores feminizados

Una de las razones coyunturales es que esta ltima crisis ha tenido ms impacto en sectores feminizados, como el comercio y la hostelera, pero tambin hay motivos estructurales: «Las mujeres todava trabajan en los sectores productivos peor remunerados. No cobra igual un oficial de primera en automocin que en patronaje y confeccin», explica Ral Flores, socilogo y coordinador del Equipo de Estudios de Critas Espaola. Estar en riesgo de exclusin social es lo mismo que ser pobre? «No tiene solo que ver con criterios econmicos. Utilizamos 37 indicadores ms all del dinero, como el empleo, la formacin, el consumo, la vivienda, la participacin ciudadana, etc.», matiza Flores. La exclusin, pues, no solo se determina por lo que hay en la nevera (merluza o macarrones), sino por la calefaccin, el dentista, estudiar o quedar a tomar un caf.

Saray (35 aos), madre soltera

Saray Navarro

Saray NavarroJAVIER BARBANCHO

Saray y sus dos hermanas pasaron su infancia internas en un colegio de monjas en Jerez (Cdiz). Cuando cumpli los 18 tuvo que salir con 300 euros como nico patrimonio. A su madre las drogas se la llevaron por delante y su padre, ahora enfermo, se pas media vida de crcel en crcel. Las hermanas estn cada una en una punta de Espaa, as que Saray est muy sola. Y lo sabe. Padece ansiedad depresiva y trastorno de dficit de atencin, pero confa en ser una buena madre. Ha trabajado como auxiliar administrativo, en la limpieza y, sobre todo, en hostelera: «En este piso podr estar 18 meses, que podran prorrogarse otros 18. Cuando termine la baja de maternidad tendr que buscarme la vida y ahorrar». No sabe si se quedar en Madrid, «porque est muy complicada», o si volver a Andaluca. «Se cobra poco, pero podra conseguir un trabajo en una cafetera. Si gano 800 euros, me da para pagar un alquiler. Con la nia prefiero no compartir piso», reflexiona. Tampoco quiere pensar demasiado: «Si lo hago, me machaco«.

La beb, de solo un mes, es su oportunidad para tener una vida nueva. «Ha tenido algn clico, pero es una nia muy buena. No me quejo». Piensa tambin en los pros de su ncleo monomarental y solitario: «La gente se queja mucho de las visitas cuando das a luz. No creo que a m nadie me d la lata. Y tampoco tendr que prepararle la comida a ningn marido. Ser madre soltera es duro, pero tambin tiene ventajas«.

Ms desempleo y trabajo parcial indeseado

Otro factor de riesgo para la exclusin social tiene que ver con el desempleo y la inestabilidad laboral. Con respecto a lo primero, los datos oficiales de enero dicen que hay 1.658.887 mujeres en paro, frente a 1.108.983 hombres. La inestabilidad, por su parte, «perjudica a ms mujeres que hombres», as como el trabajo parcial indeseado: «Las afecta tres veces ms a ellas», contina Ral Flores. La brecha salarial entre ambos sexos alcanza el 20%, de modo que para que una mujer gane lo mismo que un hombre, tendra que trabajar 1,5 horas ms al da, precisa el experto. Si migrante, media hora ms: 10 frente a las ocho de una jornada laboral comn.

Mara (51 aos) cobra el Ingreso Mnimo Vital

Mar

Mara RendnDAVID GONZLEZARABA PRESS

Mara Rendn vive en Sagunto (Valencia) y tiene 51 aos. Se qued viuda con tres hijos hace 14, pero no estaba casada legalmente. El seguro de su casa tampoco estaba al corriente y de ah se nacen dos consecuencias decisivas: no cobra pensin de viudedad y tiene una hipoteca que llama a su cuenta cada mes. Su madre tambin enviud con seis hijos, as que no pudo pisar mucho el colegio. Apenas sabe leer y escribir y es un ejemplo de esa inestabilidad laboral: trabaj un tiempo en el servicio de jardinera y mantenimiento de su ayuntamiento, estuvo de interna durante un mes, se ocup algunas horas en un bar… «Pero lleg el covid y se acab», resuelve.

Vive con su hija de 25 aos, madre soltera, y su nieta, de dos. Ahora que la nia va a la escuela infantil y no tiene que estar tan pendiente de ella, est buscando trabajo. «Pero no me llaman», se queja. Sus ingresos se reducen al Ingreso Mnimo Vital que recibe, en su caso, 400 euros, y otros 400 de «la ayuda» que ingresa su hija, ahora desempleada. «Lo primero que hago cada mes es pagar todo y lo que queda, queda. El techo es lo primero«, zanja.

Pero ese dinero da para lo que da, y es poco. Su preocupacin principal es su nieta. A Mara y a su familia de mujeres Critas les echa un cable para aflojar el apuro. «Ahora me han dado unas medias y un jersey para la nena y todos los meses tengo 40 euros en cheques para comida en el supermercado». As van arreglndoselas, aunque la incertidumbre no desaparece: «Me van a bajar ‘la vital’ a 300 euros y a lo mejor tambin me quitan los cheques. Hace ms de dos aos que los recibo y hay otra gente que los necesita, pero para m es una gran ayuda», concluye.

La incorporacin al trabajo remunerado de las mujeres lleg a Espaa ms tarde que en la media de pases de la Unin Europea. Han cotizado menos y por eso, sus pensiones contributivas son un 25% ms bajas que las de los hombres. Las que no han trabajado nunca solo pueden acceder a las no contributivas, cuyos beneficiarios son mujeres en un 75% de los casos, analiza el socilogo de Critas. «Esa es la realidad de las mujeres mayores».

Agustina (66 aos), migrante en situacin irregular

Asunci

Asuncin AparicioJORGE ARMESTARARABA PRESS

Agustina Aparicio no es espaola, pero s mayor. Tiene 66 aos, naci en El Salvador y lleva dos recin cumplidos aqu. Su vida no ha sido nada fcil: «No tengo marido. He criado a mis dos hijos sola. Trabajaba de cinco de la maana a nueve de la noche y consegu que se sacasen el bachiller. Fue todo lo que pude hacer», confiesa.

Vive en Badajoz con su hija y sus tres nietas, de 10, 15 y 16 aos. «Ellas llevan aqu cuatro aos. Vinieron porque las maras acosaban a las nias, que ya estaban en edad de ser reclutadas. Nadie quiere ese futuro para sus hijas. Adems, all no hay trabajo», cuenta. El padre vino tambin, pero hace tiempo que vive al margen de su familia. «Mi hija trabaja de interna y yo cuido a las nias».

Agustina y sus mujeres viven el agravante de ser migrantes. Su hija estuvo a punto de ser deportada, pero ha conseguido hace muy poco el permiso de residencia. Ella, en cambio, contina en situacin irregular, amparada por el recurso que ha interpuesto contra la denegacin de asilo que solicit: «Mientras no se resuelva, tengo asistencia sanitaria y puedo circular libremente», explica. Si la respuesta es negativa, Agustina tiene otro cartucho que quemar: con el permiso de residencia en la mano, su hija puede pedirla a ella por reagrupacin familiar.

Con ella, sin ingresos, y tres menores a cargo, se mantienen con el sueldo de cuidadora interna de su hija: «Pero no nos llega para el alquiler y para todo. Gracias a Dios Critas nos ayuda». Cada mes reciben 100 euros para gastar en el sper. «Despus llevamos los tiques», justifica.

No hace falta una calculadora para adivinar que Saray, Mara y Asuncin hacen muchos nmeros para llegar a fin de mes. Si llegan.





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