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Sebastián de Eslava, el jefe de Blas de Lezo en Cartagena

by Marko Florentino
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Blas de Lezo fue durante siglos un ilustre olvidado. En efecto, hace tan sólo unos años el marino de Pasajes habría sido un obvio candidato a protagonizar un episodio de este podcast, ya que durante cientos de años su heroica defensa de Cartagena de Indias había pasado desapercibida para el gran público. Por fortuna, a inicios de este siglo su figura se recuperó y ya forma parte del imaginario colectivo de los españoles como ejemplo de coraje y buen hacer militar.

Sin embargo, existe otro personaje fundamental en esa hazaña que hoy en día se ha quedado casi en el anonimato. Se trata de Sebastián de Eslava y Lazaga, que, en su condición de virrey de Nueva Granada, ostentaba el mando militar de Cartagena de Indias cuando el almirante británico Vernon trató de tomarla en 1741. Era, por tanto, el superior inmediato de Lezo en la defensa de la plaza.

Curiosamente, Eslava ha recorrido el camino inverso que el Medio Hombre en el tribunal de la historia. Lezo terminó sus días despreciado y en entredicho, pero su figura ha sido rehabilitada en las últimas décadas. Por el contrario, su jefe fue honrado en su tiempo, pero ahora los pocos que lo conocen lo ven casi como un villano. Tratemos, por tanto, de conocer algo mejor su biografía y de explicar su relación con Blas de Lezo en la famosa defensa de Cartagena.

Sebastián de Eslava, un militar de carrera

Así pues, Sebastián de Eslava nació en 1685 en el municipio navarro de Enériz. Su padre fue gobernador militar y Sebastián no tardaría en seguir sus pasos. Ingresó en el Tercio de Navarra y fue ascendiendo hasta ser destinado al Regimiento de Guardias Españolas. El joven tuvo un importante desempeño durante la guerra de Sucesión española, combatiendo en el bando de Felipe de Anjou. En concreto, participó en los sitios de Barcelona de 1706 y 1714, en las campañas de Extremadura y de Portugal o en las batallas de Almansa, Alamanara, Zaragoza, Brihuega y Villaviciosa.

Con Felipe V ya en el trono de España, Eslava es ascendido a capitán y marcha a tierras italianas, donde toma parte en la campaña de Sicilia. Él se encarga, al frente del Regimiento Asturias, de la rendición de Mesina. En premio a sus méritos de guerra es premiado con la Orden de Calatrava, que se suma a su previa condición de caballero de la de Orden de Santiago. Sus peripecias militares le llevaron más tarde al norte de África, donde liberó Ceuta y tomó Orán.

Primer virrey de Nueva Granada

Es en 1739 cuando Sebastián de Eslava cruza el Charco con el cargo de virrey de la recién creada Nueva Granada. El nombramiento no se produjo por azar. El almirante británico Vernon acababa de tomar la plaza española de Portobelo, en el istmo de Panamá. Era el primer paso para que los ingleses amenazasen todo el comercio español en el Caribe, siendo el siguiente objetivo lógico Cartagena de Indias. Por eso, el rey decide constituir el virreinato de Nueva Granada y nombrar a un militar experimentado como Eslava su primer virrey. También por esa razón el teniente general navarro se instaló en Cartagena y no en la capital de la región, Santafé de Bogotá.

Nada más llegar allí, Eslava empezó a preparar junto a sus más directos colaboradores, incluido Lezo, la defensa de Cartagena. El esperado ataque inglés se produjo el 15 de marzo de 1741. La flota mandada por el almirante Vernon estaba compuesta por 186 navíos y casi 30.000 hombres. Por poner estas cifras en contexto, la humanidad no volvió a ver una escuadra semejante hasta que los Aliados desembarcaron en las playas de Normandía.

Frente a ella, la defensa española estaba compuesta por una fuerza entre siete y diez veces menos numerosa. El reto al que se enfrentaban Eslava y Lezo era, pues, mayúsculo. Con todo, al marino vasco no le faltaban arrestos para sacar sus barcos de la bahía e ir a batirse con Vernon en mar abierto. Eslava, no obstante, lo convenció para adoptar una estrategia más conservadora (hay que tener en cuenta que Lezo solo contaba con seis navíos de línea, por los 29 de los británicos). No sería la primera vez en la que chocaría el criterio de ambos militares, pues a ninguno le faltaba carácter.

Resistir a cañonazo y bayoneta

Así pues, la táctica se basó en el desgaste inglés. Eslava sabía que la bahía de Cartagena era una ratonera natural para las fuerzas de Vernon —es muy significativo que uno de los fuertes que defendía el enclave se llamara Bocachica—, así que se aseguró de que el avance del almirante británico fuera un auténtico vía crucis.

De esta forma, Eslava y Lezo optaron por desmontar los cañones de los navíos españoles para colocarlos como baterías de tierra en los distintos fortines que defendían la bahía. Los marinos, de esta forma, se convirtieron en artilleros e infligieron graves daños a los barcos de Vernon según estos iban pasando junto a los fuertes del Manzanillo, San Felipe y San Luis de Bocachica.

Con todo, a pesar de la férrea defensa española, las tropas inglesas consiguieron llegar a las puertas de la fortaleza de San Felipe, que, de haber caído, habría supuesto la rendición de la plaza. Sin embargo, en ese momento clave de la batalla, la formación en ciencias naturales de Eslava se antojó especialmente útil. El virrey sabía que el tiempo corría a su favor y que los ingleses tenían al enemigo entre ellos. Así fue cómo los primeros casos de cólera, disentería y vómito negro no tardaron en aparecer entre las filas de los casacas rojas.

Mientras las enfermedades continuaban haciendo estragos entre los ingleses, las sucesivas cargas de infantería de las tropas de Vernon fueron sistemáticamente rechazadas por los españoles, que hicieron miles de bajas en las filas enemigas. Vernon acabó por resignarse y mandar que sus hombres se retiraran a los barcos. Desde allí, dirigió un cañoneo que aún duraría treinta días más, pero todo fue inútil. Se cuenta que los ingleses, al marchar de Cartagena, tuvieron que incendiar cinco naves al no disponer de hombres suficientes para manejarlas.

Eslava y Lezo: dos destinos muy distintos

Durante el asedio de la plaza, Eslava y Lezo tuvieron, por decirlo suavemente, sus más y sus menos, pero el resultado es que ambos condujeron a los defensores españoles a la victoria y a los británicos, a la humillación. Sus destinos, eso sí, fueron muy diferentes. Por su participación en la defensa de Cartagena, se le concedió a Eslava la llave de gentilhombre de Cámara y el rey Carlos III incluso le otorgó póstumamente el título de marqués de la Real Defensa. Por contra, Blas de Lezo murió olvidado, habiéndosele negado un título nobiliario y sin conocerse el lugar donde reposan sus restos.

Tras la famosa hazaña en compañía de Lezo, Eslava todavía habría de resistir otro intento británico por tomar Cartagena, que también fue repelido. Para ello, fueron claves las reparaciones en los fuertes que el virrey ordenó tras el primer ataque de Vernon. En los años restantes que pasó en Nueva España, Sebastián de Eslava levantó algunos hospitales, ayudó a las misiones y mejoró algunas vías de comunicación. El militar navarro volvió a la España peninsular en 1750. Entonces, fue nombrado director general de Infantería y luego ministro de Guerra, cargos que ocupó hasta su muerte, en 1759.

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