Triana abrió el ciclo del Rocío en Sevilla con el traslado del bendito simpecado celebrado en la tarde noche del jueves 25 de abril desde la capilla de la hermandad a la parroquia de Señora Santa Ana. Todo comenzó al término de la eucaristía de las siete y media de la tarde presidida por Manuel Sánchez Sánchez.
Ambiente de puro Rocío en Triana, un barrio que tiene marcado en oro sus días más importantes del año, y este es uno de ellos, un inicio que dará paso al mes más especial de esta hermandad.
La salida arrancó cuando los priostes cogieron el simpecado para llevarlo hasta la puerta, ahí sonó el himno nacional, los vivas del hermano mayor, para dar paso a un traslado repleto de emociones con un simpecado que es uno de los emblemas del barrio de Triana.
Al instante de salir ya estaba formada una larga fila para poder llevar al simpecado, es el gesto más significativo del traslado, solo hay que ver los rostros de los que lo portan durante el trayecto, cada uno lleva una historia dentro con la Virgen.
En la calle Evangelista había balconeras con letras de la hermandad, los más pequeños le cantaron a la Virgen, que se postraron ante sus plantas en un momento que nunca olvidarán, como tampoco lo harán aquellos impedidos que son acercados a besar y tocar el cordón del simpecado. Esa es la verdadera finalidad de todo, acercar a María a los creyentes y de eso Triana sabe mucho.
Salía a Pagés del Corro para acceder a la calle Victoria. Ahí, los jóvenes ponían la música al traslado con el gran repertorio que posee la hermandad de letras, una corporación única, un icono en el mundo rociero en todos los ámbitos.
No faltaron los mantones de manila, las colchas, la emoción de cuando el simpecado alcanza el domicilio de un trianero un año más. Es la manera que Triana tiene de expresar la fe a la Virgen del Rocío.
Dentro de unos días, cuando el simpecado regrese a su capilla, pasará antes por la capilla de los Marineros. Ahí sonará «Madre tengo dos amores que me quitan el sentido, una se llama Esperanza la otra se llama Rocío», pero en la mente de los asistentes tuvieron la letra en la mente mientras el simpecado pasaba un balcón en la que presidía una estampa de la Esperanza.
Hubo lágrimas en los ojos de esos padres que presentaron a sus niños recién nacidos ante la Virgen, unas lágrimas convertidas en alegría cuando el coro de la hermandad comenzó a cantarle al simpecado en la estrechez de la calle Pelay Correa, todo era un va y viene de sentimientos de los presentes.
Ahí se palpaba ya la torre de la Catedral de Triana, la muchedumbre continuaba acompañando a su simpecado entre sevillanas y rumbas. En Santa Ana, mientras tanto, esperaban las tres hermandades de la parroquia para recibir al Rocío de Triana, a Manuel Soria e Ildefonso Milla.
Sobre las diez de la noche, la comitiva empezaba a entrar, con esos tamborileros que abrieron el camino al simpecado, seguido de esos niños con varitas, el banderín, la juventud de la hermandad que cantó en el traslado y la presidencia. Poco después, el simpecado entraba en Santa Ana por la puerta de la calle párroco D. Eugenio, antigua Vázquez de Leca a los sones de la marcha real. El interior, en un templo repleto, entonaban el himno de Triana cuando llega al Rocío: «Te saludamos blanca paloma, te saludamos madre de dios, te saludamos reina del cielo. Aquí estamos otra vez, para decirte que te queremos otra vez, para cantarte por sevillanas otra vez, para llorar ante tu mirada…
Así llegaba el simpecado hasta el presbiterio de la parroquia, a los pies de Señora Santa donde se entonó la salve del Rocío de Triana, para concluir con una oración y un cierre realizado por el padre Manuel Soria. Desde este viernes, la hermandad residirá en Santa Ana por la celebración de los cultos, los días preparatorios antes de partir al Rocío y postrarse, como viene haciendo Triana desde hace más de 200 años, a la Blanca Paloma.
