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Si Europa se cansase de EEUU…, por Fede Durán

by Marko Florentino
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Más allá de la macroeconomía, basta echar un vistazo a la nómina de empresarios chinos de primer orden para comprender la magnitud del desafío que se le plantea a Estados Unidos. Como cualquier otro imperio, el norteamericano debe mostrarse vitaminado e intocable. En las últimas décadas, la exuberancia yanqui se palpaba sobre todo en su vertiente militar, aun con manchas en el expediente como la ya remota guerra de Vietnam. 

Últimamente, sin embargo, la narrativa estadounidense se apoya en un hecho sólido, o al menos más sólido que las fanfarronadas y ocurrencias de Donald Trump: sus big tech. Si en los años sesenta las compañías con voz y voto en Washington eran General Motors, Coca-Cola o Delta Airlines, ese papel lo desempeña hoy -primero- Elon Musk (Tesla, SpaceX, Twitter) y, tras él, organizaciones como Google, Amazon, Microsoft, Meta, Apple y Nvidia. 

En esta pelea contemporánea, más basada en el músculo comercial que en las ojivas nucleares, China siempre se ha enfrentado a la paradoja de una dictadura comunista encastrada en una ambición capitalista. Sometida a una vigilancia extrema, la sociedad del dragón asiático debe andarse con cuidado, sobre todo en sus capas altas. Un mensaje subido de tono o una protesta de más han implicado a menudo misteriosas desapariciones, apaleamientos mediáticos y caídas en desgracia.

«No, Europa no se encomendará a China, un rodillo contra los disidentes, un templo del pensamiento único, un paraje donde la palabra urna ni siquiera existe»

Ahora, sin embargo, el régimen quiere que sus campeones nacionales, firmas como Huawei o Xiaomi en la esfera de las telecomunicaciones y la electrónica de consumo, Alibaba y Tencent en el megatablero del marketplace, DeepSeek en el océano de la inteligencia artificial generativa o Byd en la pradera de la automoción se suelten la melena y venzan al máximo rival allá donde éste brilla. Calvin Coolidge, trigésimo presidente de los EEUU, lo dejó claro en la efervescente y funesta década de los años 20 del siglo pasado: «El negocio de nuestro país consiste en hacer negocios». China quiere exactamente lo mismo y por eso está dispuesta a dar más libertad a su gama alta emprendedora, los Jack Ma, Liang Wenfeng y Wuang Chuanfu llamados a ensombrecer los cohetes interestelares de Musk y Bezos, los iPhones de Tim Cook y las redes sociales de Mark Zuckerberg. 

Si el presidente Xi Jinping va en serio, ocurrirá lo que siempre ha ocurrido: China copiará a EEUU tras décadas de observación, esta vez también en el plano de las influencias. Musk se presenta en el despacho oval ataviado con gorra y vaqueros y esa imagen simboliza la fusión entre poderosos que tanto tienta a los humanos capaces de concretarla. Siguiendo esa onda, el Partido Comunista lanzará al mercado de la semiótica su propia versión de la tendencia que une a las élites en su amor incondicional al dinero, la influencia y los sueños de grandeza e inmortalidad. 

El dilema de Europa

Para desactivar a los malos (los chinos), el confiado americano apelará al acervo occidental. Tanto nos une, tanto fluye la sangre de los colonos europeos en el paraíso de las oportunidades, que el público caucásico no americano será fiel a su Microsoft Office, a su Google Maps, a su iPad y a esas compras compulsivas que hacen de Amazon un demonio para la hucha doméstica. No, Europa no se encomendará a China, un rodillo contra los disidentes, un templo del pensamiento único, un paraje donde la palabra urna ni siquiera existe. 

Y mientras el amigo estadounidense recuerda esta verdad para prolongar la racha mágica de sus multinacionales tecnológicas, con la otra mano, la que no traza en el aire el lazo fraternal, lanza al mismo interlocutor, al pobrecito europeo, toda clase de advertencias: ojo por ojo, arancel por arancel. Bye bye escudo de misiles. Putin es nuestro amigo. Musk nuestro faro. Y las bases militares, el recordatorio de la relación de servidumbre que vincula a ambas orillas (blancas) del Atlántico, enriqueciendo a una y aprisionando a la otra.





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