En la escena final de V de Vendetta, miles de londinenses desarmados marchan hacia el Parlamento británico con máscaras de Guy Fawkes. Sin orden alguna, los militares dejan pasar a la multitud y el pueblo toma el control… Vale un momento de éxtasis agradable, pero estoy dispuesto a vender a mi madre como esclava para ver V de Vendetta II. ¿Qué pasa el día después de la victoria del pueblo, cuando se acaban la pasión y el éxtasis y se reanuda la vida cotidiana?», se pregunta Slavoj Zizek en su último libro publicado en España.
El filósofo, psicoanalista, sociólogo, teórico cultural y activista político, seguramente el más provocador del planeta, regresa a las librerías con una nueva andanada marca de la casa. El cielo en desorden (Anagrama) presenta 36 artículos breves en los que el pensador esloveno pasa revista al incierto estado de las cosas con su habitual manejo de la ironía izquierdista y a través de un bestiario siempre abracadabrante. Uno en el que conviven Trump con la banda alemana de rock industrial Rammstein, los incendios en el Amazonas con el antisemitismo y el trading financiero con el coronavirus. De hecho, la mayoría de los textos aparecieron entre mediados de 2020 y principios de 2021, lo que permite volver a disfrutar del Zizek (Liubliana, 76 años) especialmente lúcido del confinamiento.
Es cierto que entonces todavía no se había producido la invasión rusa a gran escala de Ucrania, que la Franja de Gaza no se había convertido en el infierno en la Tierra y que el mencionado Trump no había regresado a la Casa Blanca con intención de ponerla patas arriba, pero la radiografía del director del Instituto Birkbeck para las Humanidades sobre el frenazo del capitalismo, la herida supurante de Oriente Medio o el calentamiento global resultará de interés para todo aquel que se reconozca en el pensamiento políticamente incorrecto.
Si hace apenas unos meses Zizek reunió 13 ensayos con su particular interpretación de lo que se nos vende como futuro en Contra el progreso (Paidós), en El cielo en desorden reflexiona sobre un orden social en desintegración a partir de una célebre sentencia de Mao Zedong. Quien aparece al otro lado de la pantalla del ordenador para hablar de su trabajo es un volcán en camiseta desgastada, pelo revuelto e inglés con acentazo que se confiesa «cansado y confundido» y un poco aturullado por la ola de calor que afecta a Londres.
Para saber más
- Más que por Mao, casi me entran ganas de preguntarle por Astérix y Obélix. ¿En los cinco últimos años el cielo ha caído definitivamente sobre nuestras cabezas?
- Sí, intentaré explicar rápidamente cómo. Yo reinterpreto sutilmente las palabras de Mao. Dijo: «Hay un gran desorden bajo el cielo». Y añadió: «La situación es excelente», dando a entender que el caos resultante ofrecía a las fuerzas revolucionarias una gran oportunidad para actuar con decisión y tomar el poder político. Creer que existía el cielo no lo convertía en un idealista. Con ello se refería a una orientación general y significativa de la Historia, según la cual las cosas pueden salir mal pero hay una dirección. Hoy no es que haya un gran desorden bajo el cielo, sino que el cielo mismo está desapareciendo, lo que significa que carecemos incluso de un mapa cognitivo básico, como lo habría definido mi amigo el marxista estadounidense Fredric Jameson.
- ¿En qué se traduce todo esto
- Lo que está pasando hoy es una catástrofe para la izquierda. Por ejemplo, la izquierda repetía una y otra vez el mantra de que debíamos dejar atrás el neoliberalismo global. Eso ha sucedido, pero porque Trump lo ha propiciado. ¿Y qué ha pasado con la idea de revolución en el sentido tradicional, donde una gran multitud ocupa el lugar del gobierno? Lo siento, pero el único intento del que soy consciente se produjo hace cinco años, cuando los trumpistas asaltaron el Capitolio… Sólo conozco a un activista político que se proclama hoy orgullosamente leninista: Steve Bannon. En cierto ocasión dijo: «Soy leninista, quiero destruir el Estado». De hecho, él va aún más lejos. No solo menciona al Estado, sino también a grandes corporaciones como Amazon o Microsoft. ¿Sabe que Gramsci es ahora muy popular entre la derecha estadounidense? Allí han pensado: «Deberíamos aprender de él y luchar por la hegemonía ideológica, lo que significa que podemos apropiarnos de motivos que solían ser de la izquierda, como el discurso contra el neoliberalismo y las grandes corporaciones. Podemos fingir que hablamos en nombre de la gente común».
- Una apropiación ideológica en toda regla…
- La mejor metáfora que veo sobre lo que significa «gran desorden bajo el cielo» puede expresarse con un viejo chiste protagonizado por Nixon, Breznev y Honecker a propósito de Israel. He vuelto a usarlo en textos recientes, reemplazando a los mandatarios de entonces por Putin, Xi y Trump. En el chiste, todos ellos tienen derecho a hacerle una pregunta a Dios. Putin le dice: «¿Qué pasará con Rusia después de que conquistemos Ucrania?». Dios le responde: «Rusia ocupará Ucrania, pero se convertirá en una colonia china». Putin se da la vuelta y empieza a llorar. Luego Xi pregunta: «¿Y qué pasará cuando seamos dueños de Eurasia?». Dios le responde: «China tendrá problemas económicos. No solo no ocupará Taiwán, sino que necesitará su ayuda». Xi se da la vuelta y empieza a llorar. Entonces Trump da un paso al frente y le pregunta a Dios: «¿Y qué pasará con mi hermosa América cuando la haga grande de nuevo?». Puede adivinar la respuesta: Dios se da la vuelta y empieza a llorar. Para mí, Stalin y los comunistas eran teológicos. Pensaban que existía un orden en la Historia. Sin embargo, ese orden hoy está perturbado.
- ¿Qué sentimiento o emoción le viene a la mente cuando piensa en el futuro?
- La mayoría de la gente es pesimista y se deja llevar por la desesperación. En cambio, yo veo el futuro con un optimismo radical. Mi mensaje es que no tenemos futuro, pero eso es óptimo, porque significa que no podemos seguir pensando en las coordenadas mentales existentes hasta ahora. Debemos pensar en un cambio más radical. Así que tal vez esta depresión nos enseñe algo. Tenemos que cambiar el paradigma básico. Estamos entrando en una nueva fase en la que el capitalismo global está cambiando radicalmente. Llamarlo siquiera capitalismo es problemático. Pero ¿qué es este nuevo orden? Yanis Varoufakis lo llama tecnofeudalismo. Dudo que ese término lo abarque todo. En mi próximo libro, que estoy terminando de escribir justo ahora, propongo llamarlo libertarismo fascista.
«Gramsci es ahora muy popular entre la derecha estadounidense»
- El presidente Trump protagoniza varios de sus artículos. Hemos visto cómo ha apoyado a Israel en su guerra contra Irán y cómo quiere imponer un alto el fuego a Hamás. Además, en su primer mandato impulsó los Acuerdos de Abraham. ¿Su hipotética nominación al Nobel de la Paz sería una burla posmoderna o un reconocimiento merecido?
- Sería una burla merecida [risas]. No sé si en español existe el equivalente a este refrán esloveno: «Dale al diablo lo que es suyo»… De una manera muy obscena, Trump ha conseguido pacificar Oriente Próximo. Apoyó a Israel, pero al mismo tiempo se enfureció cuando éste no quiso dejar de bombardear Irán. Respecto a este tema, Europa debe permanecer y actuar unida. De lo contrario, estará perdida. Trump y Putin mantienen buenas relaciones porque el enemigo de ambos es una Europa unida. Sin embargo, la guerra contra Irán ha representado un fiasco moral absoluto para Europa. Recuerde las aterradoras declaraciones del canciller Merz: «Israel está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros». Deberíamos preguntarnos: ¿qué civilización es la europea para necesitar que otros cometan genocidio en su nombre? Como psicoanalista freudiano, me gustan los detalles que dicen mucho. Discrepo un poco respecto a la posición de España respecto al aumento del gasto militar. Creo que el rearme de Europa sería bueno, pero con una condición: que fuera para mantenerse unida frente a Estados Unidos. Europa tiene que comportarse como una superpotencia. Sin embargo, Mark Rutte, secretario general de la OTAN, lo plantea como si Europa le estuviera haciendo un favor a Trump. En la última cumbre de la Alianza, el presidente de EEUU dijo sobre la guerra entre Israel e Irán: «Han tenido una gran pelea, como dos niños en el patio de un colegio». En respuesta, Rutte se rio y dijo: «Y luego Daddy [papaíto] a veces tiene que usar un lenguaje fuerte para lograr que dejen de hacerlo». Trump sería ese Daddy que devuelve el orden. Hace algunas décadas, había un grupo alemán de música disco muy popular…
- Claro, Boney M.
- Tuvieron un éxito terrorífico precisamente gracias a hits como Daddy Cool. Era una canción que hablaba de un padre incestuoso y hacía chistes verdes.
- ¿Tiene sentido seguir diciendo que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo?
- No, porque ya no es cierto. El capitalismo ha cambiado tan radicalmente que ni siquiera sabemos lo que es, pero es evidente que ya no es el tal como lo conocíamos. Esa es la paradoja de Trump. Como libertario, propone deshacerse del Estado. Pero en la práctica, el Estado es cada vez más fuerte e interviene constantemente y de forma caprichosa en la economía, en las relaciones internacionales, incluso en la comunicación… La forma de hablar es importante. ¿Recuerda cuando Trump conoció a Keir Starmer, el primer ministro británico? Fue amor a primera vista. Trump dijo que no le impondría nuevos aranceles al Reino Unido. Le preguntaron por qué. Y él respondió: «Porque me gusta». Siempre se ve en Trump esa mezcla de chistes malos, contingencia y pragmatismo económico brutal.
- ¿Qué piensa cuando ve a Trump en todas partes con su gorra roja?
- La idea de Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande no es del todo mala, porque implica centrarse en el progreso de su país. Ahora, en el papel de Trump como Daddy Cool, lo que estamos viendo es que EEUU quiere volver a ser una superpotencia mundial.
- Intuyo que la bronca a Zelenski en el Despacho Oval le dejó mal cuerpo.
- Fue una demostración de la peor cara de Trump y una humillación pública. A mi juicio, representó la muerte de la diplomacia. Ésta conlleva hipocresía, sí, pero en el marco del diálogo civilizado y siendo educado al menos en apariencia. La política es brutal, pero es muy importante mantener las formas y no decir directamente lo que queremos decir. Trump hizo saltar por los aires todas las reglas. Éste es el nuevo mundo en el que vivimos. Vuelvo al chiste de antes: si Dios estaba viendo la conversación de Trump, Vance y Zelenski, se dio la vuelta y empezó a llorar.
«El rearme de Europa sería bueno, pero con una condición: que fuera para mantenerse unida frente a Estados Unidos»
- ¿A qué tres grandes problemas globales dedicaría sus esfuerzos como activista si en lugar de tener 76 años tuviera 26?
- El problema es que están muy interrelacionados… En los llamados países desarrollados hablamos constantemente del calentamiento global o de Ucrania, pero sin reconocer plenamente la gravedad de estas crisis y sin actuar de forma unificada contra ellas. ¿Cómo vamos a pretender hacer algo sin pagar el precio que conlleva hacerlo ni cambiar de forma de vida? Esto puede estirarse hasta cierto punto, pero la catástrofe se producirá. En este sentido, y se trata de mi última provocación, me gusta considerarme un comunista moderadamente conservador.
- Explíquese, por favor.
- No me refiero a presentarme como un miembro del Comité Central de la Unión Soviética. Respecto al calentamiento global la única salida es la cooperación. Tenemos que actuar juntos. Es una cuestión de supervivencia. Por eso, cuando me preguntan por el comunismo, yo hablo del comunismo de emergencia. Hemos visto ponerlo en práctica. De hecho, fue una de las lecciones positivas que dejó el Covid. El conservador Boris Johnson se inclinó hacia un comunismo moderado y, en su caso, corrupto. Cada estadounidense recibió regularmente un cheque de 2.000 dólares, atención médica gratuita, etcétera. ¿Qué sucede si algunas partes de Europa se calientan tanto que se vuelven inhabitables? Tendremos que coordinar grandes movimientos de población y hacerlo juntos. No veo otra salida. Con lo del comunismo moderadamente conservador me refiero a algo diferente. Estoy harto de los izquierdistas fascinados por las grandes manifestaciones. A mí no me interesa que un millón de personas proteste en la plaza Tahrir o la que sea, sino lo que pasa la mañana siguiente o tres meses después de que se produzca un cambio de régimen. Pienso que la izquierda debería ser más pragmática e ir más allá de las marchas de protesta, y aquí voy a ser brutalmente honesto respecto a Podemos. Aunque simpatizo con ellos, ¿qué son ahora? Un partido socialdemócrata relativamente modesto.
- Me interesa mucho lo que escribe sobre la tendencia nihilista YOLO (Sólo se vive una vez, por sus siglas en inglés). ¿Percibe que esta tendencia se está extendiendo entre sus estudiantes o entre la sociedad en su conjunto?
- Fíjese en lo que está sucediendo con millones de jóvenes de todas partes. No sólo en Occidente, sino también en China, Corea del Sur y Japón. Es una filosofía que invita a vivir modestamente y sin preocuparse por nada. El gobierno chino está tan desesperado que está intentando movilizar a las nuevas generaciones no ya con el comunismo -ha comprobado que eso no funciona-, sino con el retorno a la tradición, el confucianismo, etcétera. Por eso, la tendencia más peligrosa que veo hoy en el mundo es lo que llamo irónicamente fascismo blando. La idea es la siguiente: para evitar la desintegración social, se controla a la gente de forma autoritaria pero no represiva mediante alguna ideología tradicional. Xi lo hace. Modi lo hace. Erdogan lo hace. Putin lo hace, aunque su caso es más belicoso. Si me pregunta, éste uno de los escenarios de futuro que veo más preocupantes.
- En sus ensayos y entrevistas incluye habitualmente chistes y bromas. ¿Dónde encuentra inspiración?
- Mis chistes preferidos son los involuntarios, esos en los que alguien dotado de una gran dignidad dice algo que, sin pretenderlo, se puede interpretar de forma directa y algo sucia. Mi recuerdo favorito de pequeño es estar en una compañía de unas señoras muy dignas y escuchar que una de ellas decía: «No tiene que ser muy difícil, pero sí profundo…». ¡Se refería a hacer repostería! Por desgracia, hoy se impone lo premeditadamente vulgar. El filósofo alemán Peter Sloterdijk ha dicho que me aprecia porque recurro al humor negro para hacer filosofía. Con Trump, vivimos en la era del humor negro. Son tiempos confusos. ¿Me llama usted desde Madrid?
- Sí.
- Me gusta mucho Madrid porque es una ciudad grande y se puede recorrer buena parte de ella a pie. Y lo mismo digo de Barcelona. Son dos de mis ciudades favoritas. ¿Sabe cuál es el principal reproche que hace George Orwell a los anarquistas en su libro Homenaje a Cataluña? Que antes de retirarse de la ciudad [ante el avance de las tropas de Franco] no volasen por los aires la Sagrada Familia. Debo decir que estoy de acuerdo con él.
El cielo en desorden
Slavoj Zizek
Traducción de Damià Alou. Anagrama. 400 páginas. 21,90 €
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