Enclavado en las alturas de la Sierra de Cádiz, el cementerio de Villaluenga del Rosario no solo es un lugar de descanso eterno, sino también un vestigio vivo de la historia. Se asienta sobre las ruinas de la antigua Iglesia del Salvador, incendiada por las tropas napoleónicas entre 1808 y 1814, y hoy se considera uno de los cementerios más singulares y bellos del país.
Un cementerio entre ruinas sagradas
Este camposanto ocupa lo que fue la Iglesia del Salvador, construida o reformada en 1722 y arrasada durante la ocupación francesa. De aquella iglesia sobreviven la torre, la sacristía, la cúpula central parcialmente suspendida y los muros exteriores, que ahora cobijan nichos, tumbas y restos. En el lugar donde antes hubo altares, bancos o rejas, descansan ahora vecinos del pueblo.
El cementerio mantiene una distribución pequeña y desordenada, pero llena de encanto: desde antiguos nichos excavados en los muros hasta tumbas de suelo y sepulturas modernas. La sensación es la de un lugar detenido en el tiempo, en el que la historia y la espiritualidad se fusionan.

Las ruinas de Villaluenga del Rosario
El cementerio más bonito de España
Villaluenga del Rosario es el municipio más elevado de la provincia de Cádiz, situado a casi 1.000 metros de altitud.
Este entorno rocoso y escarpado ha sido habitado desde el Paleolítico, como demuestra el cercano yacimiento de las cuevas de la Manga. El trazado medieval y las casas encaladas convierten al pueblo en un rincón casi mágico.
Villaluenga recibió su nombre por su forma alargada («luenga»), y el apellido «del Rosario» se añadió en el siglo XVIII por la devoción a la Virgen. La localidad fue ocupada por los musulmanes hasta 1485, cuando fue reconquistada por Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz.
Cuna de literatos como Pedro Pérez Clotet o Juan Miguel Pérez González, Villaluenga ha sabido conservar su alma a través de la piedra, la fe y la palabra. Sus calles empinadas, casas blancas, balcones floridos y chimeneas recogen la esencia de la sierra gaditana.