Si no han estado allí, no se pueden imaginar cómo de escandaloso es el ruido de la nave principal de la Planta Desalinizadora del Prat de Llobregat, la estación más grande de Europa de este tipo que suministra solo agua de boca; son centenares de metros de tuberías de tamaños diversos extendiéndose ortogonalmente y decenas de máquinas que convierten sin descanso agua salada en agua potable por el método físico de la ósmosis inversa. La solución a la sequía será estruendosa o no será. Cualquier persona que entre a la nave debe tomar tapones de espuma de un dispensador para los oídos, los candidatos también; si no se los ven en la fotografía es porque se los han quitado el instante antes de que el fotógrafo Albert García le diera al disparador de su cámara.
Entraban ya instruidos por él sobre posiciones y gesto: es imposible explicar nada dentro de la nave. La fotografía de la portada del periódico EL PAÍS es la última base de la larga carrera de protocolos, rituales y juegos que los números uno de las formaciones parlamentarias han de superar esperando que tengan alguna consecuencia en los resultados electorales. Todos suelen acatar con resignación e incluso buena cara, aunque me cuentan que, este sábado, se conjuraron para negarse a efectuar según qué piruetas o gesticulaciones que, en otros años, se les habían demandado para este tipo de fotografía. Por suerte para ellos, no es el caso, y más de uno ha respirado aliviado.
Lo primero que les llamará la atención a ustedes al ver el resultado es que no son ocho candidatos, sino sólo siete. Junts+Puigdemont per Catalunya se ha borrado de todas las fotografías de este domingo, una manera de evidenciar la anomalía del líder Ausente. El expresident ha gestionado con extraordinaria habilidad el teórico agravio de no poder hacer campaña en Cataluña: no se ha visto obligado a confrontar su discurso con nadie, y ha hecho campaña en la Catalunya Nord con fieles entusiastas que cruzaban la frontera como antaño se hizo para ver películas prohibidas, o como siguen haciendo los fieles de la Virgen de Lourdes esperando un milagro. Él también llega inmaculado al final de la campaña. En la fotografía de los candidatos, la falta de Puigdemont o un vicario designado ha supuesto una recolocación de las posiciones del resto de líderes, ubicados según el número de diputados de mayor a menor y de dentro a fuera, y ha dejado a Salvador Illa (PSC) en el centro, flanqueado por el presidente de la Generalitat Pere Aragonès (ERC) y el número uno de Vox, Ignacio Garriga. Que cada cual haga sus lecturas icónicas.
A pesar del ruido, y de los quince días de campaña a cuestas, los contendientes sonreían bastante y parecían descomprimidos; ojo, incluso Salvador Illa se ha permitido un rictus que podríamos considerar sonrisa. Aunque el compadreo tiene sus límites, y Aragonès, Jessica Albiach (Comunes) y Laia Estrada (CUP) han mantenido el cordón sanitario a Garriga; no así el líder del PSC. Illa es el único que ha saludado uno por uno a todos sus contrincantes. Alejandro Fernández (PP) ha llegado acompañado de su mujer para poder verla ni siquiera unas horas, y ha mantenido una breve aunque cordial conversación con Estrada, lo que evidencia que la Tarragona connection puede coexistir con una fractura ideológica por profunda que sea: es otra manera de entender el lema de la CUP, Defensem la Terra. Entre la cabeza de lista anticapitalista y la de los Comunes, en cambio, hay una química personal más evidente. Albiach, por cierto, ha sido la última en llegar, alimentando los rumores jocosos de que había hecho una parada previa en la Ricarda, la marisma cercana que hoy está en peligro por el plan de ampliación del aeropuerto y que los Comunes defienden a muerte.
Entretanto, Carlos Carrizosa (Ciutadans) volvía a ser el más casual y corporativo, con camiseta blanca y logo del partido, camisa naranja desabrochada y una sonrisa de oreja a oreja que tiene aire de último saludo en el escenario. Aragonès, también más suelto de lo habitual -no de indumentaria, hay cosas intocables- confesaba divertido que, para descansar de la política y conciliar el sueño, piensa en recetas de cocina. La habilidad del president como cocinero es tan conocida que incluso Jessica Albiach, en uno de estos cuestionarios que circulan por las redes, confesaba que elegiría al republicano como compañero de cena por su talento culinario. La distensión post campaña se ha mantenido hasta el final de la mañana, cuando cada cual subía a su coche y marchaba a pasar las últimas horas de intimidad con las recurrentes sesiones de cine o paseos con la familia y, viéndolos alejarse, algunos nos preguntábamos cuáles de ellos serán los ausentes de la próxima fotografía.
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