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Tocar los cojones   , por Carlos Padilla

by Marko Florentino
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Es difícil idealizar las cosas en esta vida nuestra. Uno crece y ve a su alrededor que casi nada es como creíamos, y más, que las cosas muy lejos de nuestro perímetro, apenas parecen lo que un día imaginamos. Llegas a la capital y descubres que todo es más cutre de lo que se ve desde la provincia. Por eso, adultos con querencia por el rito y el misticismo, nos dejamos encandilar por el cónclave -el de la Iglesia Católica, no el del PP de Feijóo-. Por el fondo, sí, pero especialmente por la forma. La liturgia milenaria, las prendas bien planchadas, el canto armónico, Miguel Ángel de testigo, y luego, los doctos conocimientos de los purpurados, el temple, la palabra valorada.

Uno sabe ya, y no es cosa del presidente Sánchez, que el Palacio de la Moncloa carece de ritos que admirar. Que la política es, en cierto modo, la historia de la pose. El teatrillo que vemos día a día en diferentes escenas -Congreso, Senado, Ferraz, Génova-, es un engaño donde ya intuimos simpatías, favores, amistades. Y todo desde una enorme cutrez, que no es penal que diría el argumentario oficial. Lo cutre no es, de momento, algo punible. Pero en un nuevo episodio de la Españita cutre, oiga, qué escenas nos están dejando los wasaps, el jefe y el mandado. Sánchez y Ábalos. Y perdida la confianza, sin explicarle al despedido su salida, el jefe y el antiguo mandado. Y los sentimientos aflorando en ese hombre que creíamos pétreo, «He echado de menos muchas veces trabajar contigo, también tu amistad». Del siempre nos quedará París, al siempre nos quedará Ábalos.

«La lealtad, según la comprende Sánchez, no es al partido, es a él. Y la lealtad no es con un proyecto, es con que él siga gobernando»

Lo jugoso de los mensajes, a la espera de que puedan llegar más, está en el búnker. Y volvemos aquí a la idealización: pensaba que el presidente del Gobierno estaba a otras cosas, no ocupaba su apretada agenda en leer entrevistas y mandar a su matón para echar broncas. «Que Page deje de tocar los cojones», escribe, diáfano, el presidente al por entonces número 2 del PSOE y ministro de Fomento, José Luis Ábalos. El búnker, a los más afines les hace gracia el búnker. Tener a un presidente del Gobierno atemorizado por lo que diga Page, el único socialista que hoy tiene mayoría absoluta. El presidente que echa el tiempo en ver entrevistas de sus ministros, de los gobernantes autonómicos, para probar la unidad en torno a su persona. Y oye, si toca el caso de pegarle una bronca a un ministro despistado, hasta te lo puedo comprar, pero ¿qué le debía Javier Lambán a Pedro Sánchez?

Y no hará falta que nos enseñen más mensajes para saber qué PSOE quiere Sánchez. Uno sumiso. En eso habrá que darle la enhorabuena al presidente, lo ha conseguido. Casi del todo. Resiste en su irreductible aldea manchega, el presidente Page. Quizá podamos incluir en la resistencia, aunque en menor grado, al asturiano Barbón. Pero ya podemos parar de contar. Sánchez decidió hace tiempo convertir a sus ministros en candidatos: Óscar López, en Madrid; Pilar Alegría, en Aragón; María Jesús Montero, en Andalucía; Ángel Víctor Torres, en Canarias, y Diana Morant, en la Comunidad Valenciana. Y con ello, se ha asegurado que le dejaran de tocar los cojones, hablando en formato wasap. El PSOE de esta España plural y diversa, que tanto pregona el coro, dirá lo que decida Ferraz.

La lealtad, según la comprende Sánchez, no es al partido, es a él. Y la lealtad no es con un proyecto, es con que él siga gobernando. La única idea de país en la que cree. Todo lo demás, sobra, estorba, y «le da alas al fascismo que está llamando a las puertas». Leal a Sánchez, sí, ¿a cuál de todos? En los trabajos hay diferencias, y aunque de cándido me vaya quedando poco, imaginé que el presidente no era un jefe al uso. Porque ser líder del Ejecutivo no es un trabajo más, no es gestionar un restaurante, y tus ministros no son simples compañeros de curro. «Pájaras, cuñados, petardos…» Van a tener que llamar al diplomático salvadoreño, señor Galindo, desaparecido en combate. Para que medie en el conflicto socialista.



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