De entre las virtudes de Los cuatro fantásticos, la más seductora es su estética sixties, cuidada hasta el fetichismo. También es su mayor defecto. ¿Será que tanto esmero en la superficie termina por vaciarla de energía? Su esteticismo, elegante y estéril, le roba la fuerza que la historia exige. Quede claro que me gusta, y mucho, la elegancia funcional del laboratorio de Reed Richards, con sus superficies aceradas y sus botones con lucecitas. Me quedaría a vivir en la sala común del Edificio Baxter, con su mesa Noguchi y sus estanterías modulares… Pero los sesenta fueron algo más que televisores con patas y sillas Eames.
¿Acaso en los tebeos de Jack Kirby había verticales estilizadas, óvalos elegantes o detalles en cromo? Para eso ya estaban las portadas de la revista Life. Los comics de Los cuatro fantásticos tenían todo lo contrario: burbujas de antimateria (los famosos Kirby krackle), perspectivas imposibles, rostros deformados… Por no hablar de sus máquinas, artefactos inverosímiles llenos de trampillas, remaches, placas y compuertas que nada compartían con la Bauhaus americana. Algunos editores sugerían que el estilo de Kirby era poco realista: Jim Shooter llegó a comparar sus viñetas con garabatos infantiles. El dibujante estuvo a punto de agredir a un editor que trató de corregir un boceto suyo, so pretexto de que un jinete montaba a caballo por el flanco equivocado. Kirby respondió a gritos: ¿Y eso qué importa?
Tenía razón. No basta con que el jinete monte por el lado correcto. De hecho, da exactamente igual. Lo importante es que la acción salte de la página, o de la pantalla, como el corcel desbocado que rompe la valla y galopa hacia el lector (o el espectador). Los cuatro fantásticos es una película correcta y agradable, que se ve con gusto y en que los jinetes montan por el lado correcto. Los gerifaltes de Marvel viajaron a los sesenta y se volvieron con teléfonos de rosca, sillas Panton y aparadores de teca que sin duda lucen estupendamente, pero ¡ay!, se dejaron lo mejor. (Compárese con Los increíbles, que sí supo conectar con el espíritu de Kirby, y se verá lo que falta).
No cabe negar los aciertos de este reboot. Está hecho con el mimo de Capitán América. El primer vengador y tiene el mismo regusto nostálgico. Cuenta con un buen ritmo y unos personajes carismáticos y entrañables. Ya solo por eso uno desearía que los “first steps” del subtítulo fueran los primeros pasos de una nueva fase, pero cunde la llamada “fatiga superheroica” y, al parecer, el viento ya no sopla a favor.
De ahí que el filme haya tropezado en taquilla y se haya desplomado en su segunda semana. Unos apuntan con dedo acusador al ubicuo Pedro Pascal y otros, entre los que me cuento, a ese multiverso exasperante que se multiplica, son orden ni concierto, extenuando al más devoto de los marvel zombies con una continuidad interna que exige conocimientos enciclopédicos. Después de inundar el mercado con horas y horas de escasa calidad, Disney ha transformado a los aspirantes a iniciados en suscriptores exhaustos.
« ¿Dónde queda todo aquello? ¿La explosión de ideas, el sentido de la maravilla, el vértigo cósmico?»
Entonces, ¿dónde hallar el impulso? Como ocurre con los cuerpos celestes desorientados, en la órbita de su nacimiento. Cuando, en el verano de 1961, resonó el zambombazo en los estudios de Marvel Comics, el mundo del cómic vivía una profunda crisis. Meses atrás, Kirby veía que su tira de prensa de los Sky Masters pasaba sin pena ni gloria, aun cuando la entintaba Wally Wood, y que la editorial Timely parecía más interesada en historias de monstruos y vaqueros. Y, de golpe, lo que parecía un encargo se convirtió en un estallido fundacional.
El primer número de Fantastic Four no solo representaba el nacimiento del mayor supergrupo familiar, sino del cómic moderno como arte narrativo total. Kirby entró en combustión creativa y reventó el formato. Ese tipo bajito de cejas pobladas espoleaba el ritmo, disparando ráfagas de energía cinética, y llenaba las viñetas de conceptos delirantes. Los guiones de Lee daban humanidad a unos personajes insólitos y desconcertantes. En pocos años aparecieron Annihilius, Ego el Planeta Viviente y Galactus, pero también los Celestiales, los Kree y los Inhumanos. Porque de ese Big Bang surgían no solo conceptos que parecían extraídos de un sueño febril, sino también cosmogonías y linajes. ¿Dónde queda todo aquello? ¿La explosión de ideas, el sentido de la maravilla, el vértigo cósmico? Mucho me temo que en ninguna parte. Si el Universo Marvel quiere seguir existiendo, más allá de cameos, multiversos y nostalgia, habrá que recuperar ese punto de locura.
Así y todo, recomiendo ver esta película. Entre otros motivos, porque hace justicia a Sue Storm, acaso el mejor personaje femenino de la historia de Marvel y, en competencia directa con Jean Grey, uno de los más poderosos. Una vez descartado Pascal como líder de los Vengadores en Avengers:Doomsday, solo queda una opción. La imbatible Vanessa Kirby, verdadera protagonista de esta cinta, brilla con una nitidez que no requiere filtros ni campos de fuerza. De aquí se deduce una regla universal: ora Jack, ora Vanessa, lo mejor de Los cuatro fantásticos siempre es Kirby.