Hay dos estrofas de dos poemas en La medida de nuestros días (Libros del Asteroide), la autobiografía post-Auschwitz de la escritora francesa Charlotte Delbo, que están entre lo mejor que he leído sobre el Holocausto, sobre todo por su laconismo y sutileza. Con cuatro pinceladas, Delbo expresa la dificultad de retomar la vida tras varios años en campos de concentración (entre 1943 y 1945 estuvo en Auschwitz-Birkenau, Ravensbrück y otros subcampos).
«No os creéis lo que decimos
porque
si fuera verdad
lo que decimos
no estaríamos aquí para decirlo»
«Salir de la historia
para entrar en la vida
intentadlo vosotros también y veréis»
Me cuesta, en realidad, escoger unas pocas. El libro, una combinación de autobiografía, poesía y testimonios (siempre literariamente), está lleno de frases breves, amargas y ocurrentes:
«y aquí estoy ante la vida
como ante un vestido
que ya no puedes ponerte»
En el campo, los presos se aferran a la idea de volver. Y la vuelta es también una experiencia horrible. «Tenía una doble y no conseguía juntar mis dos mitades. Estaba yo y un espectro de mí que quería pegarse a su doble, pero que nunca lo conseguía». Los presos, en este caso presas, se aferran también a su pasado. Pero al volver a la realidad, ese pasado ya no existe. «El pasado fue nuestro amparo y nuestro consuelo. Y, desde que volví, todo lo que era antes, todos mis recuerdos de antes, todo se ha disuelto, se ha desvanecido. Como si se me hubiera gastado allí».
Hay un par de encuentros emocionantes con las compañeras del campo. Una ha retomado su vida gracias a un marido generoso y compasivo, que lo sabe todo sobre el Holocausto a pesar de no haberlo vivido; ambos han dedicado su vida a estudiarlo y registrarlo. La autora los escucha en silencio y se despide de ellos con ternura. Otra está enferma y le reprocha con cariño que no hubiera venido a visitarla antes; a la semana fallece y ella recuerda todas las otras compañeras que murieron en el campo. Otro superviviente salió del campo a los 19 años, intentó volver a casa, no quedaba nadie, no regresaba nadie, así que se dedicó a vagabundear por París hasta que lo detuvo la policía. Cuando lo llevaron a un hospital, se pensó que lo encerraban de nuevo y se escapó; acabó en un centro psiquiátrico. Al poco tiempo los médicos le dijeron que estaba preparado para salir, entonces él les pidió si podía instalarse definitivamente allí. Vivió 20 años en un manicomio hasta que sus antiguos compañeros del campo lo encontraron y lo reintegraron poco a poco en la vida.
La prosa de Delbo siempre se mantiene afilada, fría, por eso cuando de pronto se vuelve tierna el efecto es devastador. La medida de nuestros días, que forma parte de la tetralogía Auschwitz y después (Libros del Asteroide ha publicado también Ninguno de nosotros volverá) es una obra maestra de la literatura concentracionaria. Su prosa antisentimental, su lirismo sin empacho, su laconismo y amargura, su poesía están a la altura de grandes como Jorge Semprún, Imre Kertész, Elie Wiesel.