Cómo que dos géneros. Cómo que inclusión de mujeres. Cómo que infrarrepresentación femenina. Cómo que igualdad ¿Ya ni la izquierda patanegra es capaz de escapar de los conceptos trasnochados que piensan que a las personas se les asigna un sexo conforme … a sus órganos externos, como si elles no pudieran elegirlo?
El grupo Hacemos Córdoba, que es la plataforma en que confluyeron para presentarse a las elecciones municipales la vieja Izquierda Unida y Podemos, ha entrado de lleno en la batalla cultural y quiere anular la licitación para organizar Cosmopoética porque en el pliego no hay ninguna referencia a la igualdad de género para la contratación de quienes tienen que participar.
Si fuera por los herederos de quienes gobernaron la ciudad durante cuarenta años, la selección de los participantes tendría que hacerse igual por los méritos literarios de su obra y los reconocimientos y premios recibidos que por el azar biológico que los llevó a nacer varones o mujeres.
A su juicio ellas están «infrarrepresentadas», y no se ha ocupado nadie de una estadística rigurosa, pero la memoria recuerda que la sesión inaugural ha tenido nombre femenino en los últimos años: Svetlana Alexievich en 2019, Vega en 2002, Ida Vitale en 2023 y Ana Blandiana la última vez.
Lo que sorprende de la propuesta de Hacemos Córdoba es el anacronismo, porque lleva la lucha feminista de los años 80 al marco actual en que la gente no tiene el sexo con el que nace, sino un género que no siempre se corresponde con lo que dice su naturaleza, y que sobre todo tiene más posibilidades que las dos de siempre, porque puede uno o una (o une) sentir que es de un género distinto al que dicen asignado, ser no binario y por lo tanto no encajar mucho en ninguno y hasta oscilar entre una cosa y otra en función del pie con el que se levanten. Irene Montero, aquella ministra que pataleó cuando dejó de serlo, promovió una ley que protegía toda esta amplitud y ella misma da ejemplo hablando de «todes».
Si Hacemos Córdoba quisiera hacerlo del todo bien más que a un gestor cultural que conociera el panorama literario tendría que proponer a un sexador de poetas, al modo de esos profesionales que toman a los pollitos recién salidos del cascarón y miran para ver si irán para gallos o para gallinas.
Sería un teórico universitario de estampa ambigua que se encargaría de preguntar con toda delicadeza a los escritores si además de tener un Nobel o un Cervantes son ‘queer’, ‘agénero’ o cualquiera de los 112 que recogen algunos estudiosos.
De allí saldría un baremo para que todo estuviese equilibrado, y luego a rezar para que alguien de género fluido no descomponga el equilibrio cambiando de idea al llegar a la Sala Orive. Que nadie se ría: lo de Hacemos sería una ficción estupenda si este Ayuntamiento no tuviera desde 2024 un Plan Transversal de Género que obliga a programar la cultura mirando de reojo a las cuotas.