
La vida parecía sonreír a Isidoro M., alias El Doro, hasta que llegó el 30 de noviembre de 2021. Cuatro años antes, se había comprado un equipo de fútbol de su ciudad, Sanlúcar de Barrameda, y reformó el estadio y lo renombró a su honor y gloria: El Doro Estadium. A golpe de billetera, Isidoro hasta consiguió traer a la estrella internacional del reguetón Nicky Jam a que diese uno de los cuatro conciertos que el cantante ofreció en España en 2019. Pero ese noviembre de hace cuatro años, su aparente fachada de empresario de éxito se esfumó, después de acabar detenido en la operación Talofita, en la que se le acusó de lavar, al menos, tres millones de euros procedentes del tráfico de marihuana.
Más allá del dinero y de los activos bloqueados en aquella operación —en la que acabaron detenidas 11 personas, incluido el propio Doro—, la Guardia Civil recopiló un ingente volumen de documentación. Esa información ha sido clave en este nuevo operativo, denominado Sabila, en el que ha vuelto a caer Isidoro M., junto a otras tres personas más. A todas se las investiga por pertenecer a una supuesta organización criminal que blanqueó, al menos, 2,5 millones de euros procedentes del narcotráfico. Tras acabar detenido, el narco está ya en libertad, según han confirmado fuentes cercanas al caso.
Si en 2021 una de las piezas claves de la investigación contra el Doro fue ese concierto de Nicky Jam que le habría costado un millón de euros, en esta ocasión el epicentro de las pesquisas está en la compraventa de una finca con acceso a la zona navegable del río San Pedro, en Puerto Real. Los agentes descubrieron que Isidoro M., de 47 años, realizó una “compra fraudulenta” del terreno, escriturada en un millón de euros, pero por la que abonó en efectivo otros 300.000 euros más. Además, los investigadores sospechan que, en la transacción, participaron testaferros, después de descubrir que los antiguos propietarios era un matrimonio colombiano con antecedentes en tráfico de drogas y blanqueo de capitales.

Aunque El Doro saltó a la palestra en 2021 acusado de amasar una fortuna con plantaciones de marihuana falseadas como plantaciones de CBD, lo cierto es que el narco era un viejo conocido de los agentes desde hacía décadas. Isidoro hizo sus pinitos en el mundo del narcotráfico vinculado al tráfico de hachís desde Marruecos. Yerno del histórico narco local, El Acuático, El Doro escaló rápido y atesoró diversos antecedentes policiales, condenas y estancias en la cárcel desde 1995. En este nuevo operativo ha acabado detenido tras pasar dos años en prisión provisional por la operación Talofita.
Más allá de la finca investigada en Puerto Real —un terreno rústico segregado en 54 parcelas de supuesto uso agrícola—, a El Doro se le han intervenido bienes y dinero por valor de 2,5 millones de euros. En la lista, figuran activos inmobiliarios en las provincias de Cádiz y Sevilla, tres vehículos —uno de alta gama— y el contenido de una caja de seguridad. En el interior, aparecieron 790.000 euros y 35.900 dólares en efectivo. Además, la operación se ha saldado con otras tres personas jurídicas —empresas— investigadas, según ha confirmado este domingo la Guardia Civil en un comunicado de prensa.
La nueva investigación que cerca a El Doro está dirigida por el juzgado de instrucción Número 3 de Sanlúcar, el mismo que ya dirigió las pesquisas de la operación Talofita. Entonces, entre los 11 detenidos figuraba la propia mujer del cabecilla y su hija. El narcotraficante pasó casi un año y medio en prisión, hasta que consiguió la libertad en los primeros meses 2023. La Guardia Civil lo investiga también bajo la sospecha de que él fue uno de los beneficiados de una trama corrupta descubierta en la prisión de Puerto III, en la que miembros de la dirección cobraban de 9.000 a 15.000 euros por acceder a permisos. En el caso de El Doro consiguió supuestamente un beneficio penitenciario alegando que tenía fobia a estar encerrado y logró que la supervisión de su estado de salud mental se la hiciese un psicólogo privado y no el del centro.
El Doro —conocido así por el diminutivo de su nombre de pila— dedicó los supuestos beneficios del narcotráfico en sostener una vida llamativa y derrochadora, como ya explicaron a EL PAÍS fuentes cercanas al caso de 2021. Eso incluía un ostentoso chalé de aires modernos en la zona de Monte Algaida, unos terrenos rústicos a las afueras de Sanlúcar donde residen diversos narcos locales. Buena parte del resto de las ganancias las invirtió en comprar el equipo de fútbol local UD Algaida en 2017. Apenas un año después, presentó la remodelación del campo del club, al que renombró con su propio apodo. El paralelismo, a escala, con la maniobra que realizó el capo colombiano de la cocaína, Pablo Escolar, resultó entonces más que evidente.