Querida Susanna Griso:
Hoy, 8 de marzo, en Madrid va a haber dos manifestaciones circulando por dos recorridos distintos.
Y si ya el año pasado la manifestación no oficial superaba en manifestantes con mucha a la oficial, te garantizo que esta tarde la diferencia va a ser abrumadora.
En el Instituto de las Mujeres han colgado una bandera trans y una bandera LGTBI. Pero no han colgado una bandera feminista. Y yo creo que esto demuestra lo que fue la intención desde el principio: borrar la lucha feminista histórica y borrar a feministas históricas. Como yo y como tantas otras.
El tiempo nos está ya dando la razón, bien que tarde, pero sé que el tiempo nos la seguirá dando.
Sé que de la misma manera que ahora vemos con terror el escándalo de la talidomida o las leyes de segregación racial, dentro de no tanto tiempo nadie va a poder creerse que en España existió una ley por la cual te podías autoidentificar del sexo que te diera la gana. Porque sí, porque tú lo vales, porque hoy es hoy.
Una ley que permitía la hormonación y mutilación de menores de edad. Una ley que amenazaba con quitar la custodia a los padres que se negaran a que sus hijos se sometieran a un tratamiento experimental irreversible.
Una ley que envió a un asesino torturador y violador, y a un acosador de numerosas mujeres, a una cárcel femenina. Una ley que le ha negado ya a varias mujeres el derecho a protección porque su agresor se había identificado como mujer sin que ellas la supieran. Y lo hizo antes de realizar su agresión.
Una ley que acaba con los espacios seguros para mujeres. Una ley que acaba con el deporte femenino.
Pero la demostración de que el tiempo pone las cosas en su sitio (aunque sea poco a poco) llegará esta misma tarde.
Esta tarde habrá dos manifestaciones. En una ni siquiera se menciona en las convocatorias la palabra «mujer»y se hablar de feminismos, con S, como si hubiera varios, y de «cuerpos racializados». En otra se habla de derechos de las mujeres. MU-JE-RES. Te animo a que envíes un equipo y compruebes en cuál de las manifestaciones hay más gente.
Aclarado esto, lo primero que te tengo que dejar claro antes de continuar con esta carta es algo que tú ya sabes. Yo te admiro. Y siempre he admirado tu belleza, tu saber estar, tu inteligencia y tu profesionalidad.
Durante seis años compartimos unas horas cada semana y esto no nos convertía en amigas ni mucho menos (jamás intentaría yo exagerar las cosas y apelar a una vena sentimental o una relación que no existía) pero sí que yo te admiraba (admiro) mucho, y yo sentía por ti afecto.
Afecto unilateral, entiendo. Porque cuando desaparecí de la noche a la mañana del programa nunca recibí un mensaje tuyo. Entendí entonces que nuestra relación había sido estrictamente profesional. Yo entiendo que ni el amor ni la amistad hay que rogarlos y que tú no tenías ninguna obligación para conmigo.
Quiero dejar claro aquí que mi respeto por ti es absoluto, y sé que tú probablemente no conoces nada de la historia que voy a contarte.
Una historia que yo había decidido callarme… hasta que ayer vi este vídeo.
Por mucho menos que lo que tú dices en este vídeo yo me tengo que enfrentar a un juicio. Yo también vi a una persona nacido hombre que no decidió hormonarse ni operarse y yo también cuestioné su identidad. Pero en ningún momento le dije
algo parecido a «la sensación que me queda es que eres un cara y que te estás aprovechando de la ley trans para medrar y ascender». Dije que «mis ojos ven en esta foto a un hombre». Y por ello me enfrento a una demanda. Me gustaría que te leyeses el artículo 66 y 67 y todo el Título Cuarto de la ley para entender cómo, ley en mano, fue posible demandarme a mí. Cómo sería posible demandarte a ti.
Pude enfrentarme a los gastos legales porque hice un crowdfunding. La provisión de fondos fue altísima dado que el caso era peliagudo (pero si lo gano conseguiré una sentencia histórica) y que además había que celebrarlo en Canarias.
Digo que el caso es complicado porque recientemente le han impuesto a una mujer transexual una condena de seis meses de prisión, una multa, y la obligación de superar un curso de reeducación, porque llamó a una mujer transgénero «maricón con tetas». Y la condena fue baja, podía haber sido mucho más severa. Pero hubo un acuerdo de conciliación antes de entrar en sala.
Lo que a mí me parece aterrador es que a una mujer trans operada que ha pasado por el calvario de una vaginoplastia -un calvario que solo conoce quien lo ha vivido-, tenga que pasar por un curso de reeducación para «curar su transfobia». Me parecen prácticas que creía desterradas, más propias del estalinismo que de un país presuntamente democrático.
También me parece aterrador que a ti y a mí nos puedan insultar a diario en redes con calificativos muchísimo más salvajes que el que usó esta mujer transexual, pero que quien nos llame «putas», «zorras» o «guarras» no se arriesgue a nada, porque ni tú ni yo tenemos una ley que nos proteja especialmente. En España está prohibido llamar «maricón con tetas» a una mujer trans. Llamar «zorra «a una mujer con dotación cromosómica XX, sin embargo, es empoderante para ella.
Vayamos al pasado.
Cuando yo recibí la demanda (me demandaban, repito, por expresar el mismo asombro que expresabas tú) me llamaron desde Espejo Público para que hablara del tema en directo. Les expliqué que no podía hacerlo tema, puesto que el caso ya estaba judicializado. Me dijeron que no iban a hablar del tema sino del crowdfunding que yo había organizado para pagar los gastos del proceso.
Cuando llegó al programa me encuentro con que quieren que hable del tema, pero además quieren que hable del tema con una persona que pertenece al Partido Socialista. Esto suponía un conflicto de intereses porque la persona que me denunció también era un antiguo cargo en el Partido Socialista.
Para mi sorpresa cuando esta persona se puso a hablar me llamó «transfoba» y dijo que yo era «famosa por mi actitud transfoba» (textual, está grabado).
Es decir, me acusó en directo de un delito de odio.
Bien, te puedo asegurar, y lo sabrá cualquiera que mire mis redes, que mi actitud ha sido enormemente respetuosa.
Cuando vi a esa persona acusarme en directo de transfobia me aterrorizó.
A día de hoy que te acusen de transfobia te puede suponer una agresión por la calle, entrar en una lista negra, perder trabajos, encontrar problemas para publicar un libro, como me sucedió a mí, ver que un proyecto de serie se cancela de pronto, como me sucedió a mí. Te supone la muerte civil y te supone andar con miedo por la calle.
- La semana pasada la profesora Silvia Carrasco se ha enfrentado a un intento de agresión cuando intentaba dar clase en la Universidad Autónoma de Barcelona. Porque ya la habían señalado como tránsfoba.
- La psicóloga Carola López Moya, autora del libro La Secta, se enfrentó a una falsa demanda por la que le pedían 150.000 euros y la inhabilitación. Todo porque le habían acusado falsamente de tránsfoba. Finalmente el asunto se resolvió a su favor. Pero el año de angustia que vivió esta mujer -con la espada de Damocles de la inhabilitación pendiendo de un hilo sobre su cabeza- no se lo quitó nadie.
- La ilustradora Laura Strego, autora del libro Lolita y el Lobo fue agredida en la calle por una acusación de transfobia al grito de «‘¡esa es Laura Strego, vamos a por ella!». La agresión está grabada en video. A día de hoy todavía sufre secuelas des agresión y le cuesta mover el cuello. ¿Su delito? Haberse escrito tuits RAZONADOS en contra de la Ley Trans.
- Las profesoras Amparo Manes, Juana Gallego y Tasia Aranguez, profesoras en universidades públicas, han perdido sus trabajos porque ha pesado sobre ellas una falsa acusación de transfobia.
- Los profesores José Errasti y Marino Pérez Álvarez vieron cómo se cancelaban las presentaciones de su libro Nadie nace en un cuerpo equivocado una y otra vez. En uno de los casos la turba amenazó con quemar la librería Espasa Calpe, en la que se presentaba el libro, con las personas dentro. En otro la policía les tuvo que sacar por la puerta de atrás de la UIB para protegerles de quienes les amenazaban.
Eso es lo que te sucede cuando te exponen como tránsfoba. Tu reputación, tu trabajo y tu integridad personal corren peligro.
Yo no vivo en una gran urbanización con un portero y con seguridad, yo vivo en un barrio, en un barrio en el que además hay una librería transactivista y cincuenta casas ocupadas. Cómo te podrá explicar Serafín Giraldo, en muchos casos las asociaciones radicales transactivistas (sí, las mismas que acosaron y amenazaron a todos los que te he citado) y el movimiento okupa van de la mano. Yo he sufrido ya ya tres intentos de agresión. Pero no me puedo permitir pagar a un escolta. Ni siquiera tengo un coche.
Creo que dejar que alguien me adhiriera la falsa etiqueta de tránsfoba, en directo, en un programa que ven casi medio millón de personas, fue irresponsable. Porque cuando adhieren esa etiqueta lanzan una fatwa. Y si eres fácilmente reconocible llevas una diana en la cara y te conviertes en un blanco propicio para las agresiones. Y yo soy una cara muy reconocible, puesto que llevo en medios treinta años. Cuando me quejé, prescindieron de mis servicios.
Entiendo que nadie está obligado a mantenerme en un programa si no quiere. Pero después de seis años trabajando allí me hubiera gustado una explicación. Yo cobraba muy poco, y en muchísimas ocasiones intervenía en varias secciones del programa. Después de esos seis años en los cuales había yo creado una relación de amistad con el chofer que me llevaba al programa, con las maquilladoras y con gran parte del equipo, me hubiera gustado poder despedirme. Me hubiera gustado que en lugar de sencillamente prescindir de mis servicios para siempre sin más explicación me hubieran permitido ir una última vez al programa para poder decir adiós.
Para mi fue absolutamente devastador. Me destrozó por dentro.
Recuerdo que vi una miniserie que se llama Nolly y me puse a llorar por lo identificada que me sentía con el personaje principal. A Nolly la despiden del programa de televisión en el que lleva media vida de un día para otro. Y se siente completamente perdida y desorientada. Pues eso es lo que me pasó a mí. Yo no colaboraba en ningún otro programa y para mí esa cita semanal con Espejo Público tenía por lo tanto mucha más relevancia que la que pueda tener la de otros tertulianos que colaboran en muchos programas. Imagina por tanto mi total desolación cuando me di cuenta de que no se me apreciaba.
Fui tonta
Hay que ser muy ingenuo para pensar que simplemente porque tú haces favores a una persona te van a apreciar. De hecho lo veo a menudo en mis clientas: que cuanto más dan, menos reciben. Porque sus parejas o sus familias empiezan a verlas como a personas débiles que no luchan por sus derechos. Y dejan de respetarlas. Existe toda una teoría psicológica al respecto: la Teoría del Reconocimiento, que explica por qué vas perdiendo derechos en tus relaciones interpersonales cuando no luchas asertivamente por ellos.
Es curioso que habiendo estudiado una carrera, y habiendo elegido psicología sistémica como optativa, ya no me diera cuenta del lugar en el que yo solita me había colocado en el sistema.
En fin, yo, tonta de mí, porque fui tonta, sentía una vinculación muy personal con Espejo Público. Fue como si me hubiera dejado un novio. Pero de golpe, haciéndome ghosting. No entendí aquel silencio gélido y devastador que se extendió durante semanas. Hasta que finalmente se lo tuvieron que reconocer a mi agente cuando ella insistió.
Fue tan brutal que me pasé dos días en la cama llorando. Al principio no lo entendía, e incluso me daba vergüenza ser tan débil. Después me explicaron otros colegas psicólogos que esto lo ven continuamente. Que cuando se corta abruptamente una relación, una relación que implica cualquier término de vínculo emocional, esto es durísimo para la persona que se siente abandonada y traicionada sin ninguna explicación. Muy difícil de entender. Y que no solo sucede en relaciones de amor.
Estaré siempre enormemente agradecida a las cuatro personas que me llamaron desde el equipo preguntando por cómo me encontraba. Y esas personas saben que siempre contarán con mi lealtad absoluta e incondicional si alguna vez se ven en la tesitura de tener que pedirme un favor. Ojalá leais esto.
¿Sabes? Yo tenía pensado no hablar de esta historia. Al fin y al cabo, creía ya la tenía olvidada y superada. Pero entiende lo mal que me sentí cuando vi que tú te podías permitir dudar de la identidad de género de una mujer trans y yo no. Cuando yo he perdido trabajos, salud mental, prestigio. Y mucho dinero. Porque los problemas legales han sido varios y me he dejado en ellos la tercera parte de lo que cobro en un año. No todas las demandas civiles y denuncias penales que he recibido se han hecho públicas. Tampoco se ha hecho público que he ganado todos los juicios.
Decía al principio que te escribo esta carta precisamente el 8 de marzo porque esta tarde va a haber dos manifestaciones diferentes.
De un lado las personas que apoyaron la ley trans. De otra las personas que nos opusimos a ella.
Que nos opusimos a ella desde el principio por una simple cuestión de sentido común. Porque permite a hombres identificarse como mujeres sin exigirles ninguna prueba de que hayan alterado su cuerpo o sufran disforia de género. No. Esas personas que cambian su sexo registral y que parecen hombres en todo no son hombres. Según la ley, no lo son. La ley no especifica cómo se detecta el fraude de ley. Y además impide denunciarlo porque una denuncia de fraude te puede costar un juicio. Yo soy la prueba.
Ya en diciembre del 2019 la FELGTBI subía este vídeo:
Esta asociación recibe dos millones de euros al año en diferentes subvenciones y fue una de las más implicadas en la redacción y la aprobación de la ley trans.
Como ves en el vídeo, desde el principio ellos defendían que un hombre no tiene más que decirlo para pasar a ser considerado legalmente como mujer. No hay fraude de ley: esa era exactamente la ley que querían.
Recuerdo en el mismo programa cuando comentábamos el caso de Jonathan Robayna que violó, torturó y asesinó a su prima. Y que en el mismo juicio se autodeterminó mujer y ahora presumiblemente está cumpliendo condena en una cárcel de mujeres. Hubo disculpas en directo por haber expresado dudas sobre la identidad de género de Jonathan, hoy Lorena. Sí, Jonathan se cambió el nombre a Lorena.
Tú de sobra sabes (se ha explicado muchas veces en tu programa) que las cárceles españolas son pocos seguras, que cuentan con menos funcionarios y más desprotegidos. También sabes que los delincuentes sexuales siempre reinciden. Han metido a un delincuente sexual en una cárcel femenina. Como bien expresaba la tía de Vanessa la mujer que asesinó Jonathan Robaina, esto era lo mismo que meter al zorro con las gallinas.
Y no, Jonathan no ha cometido un fraude de ley. Porque la ley en su propia redacción dice que no puede existir fraude.
No entiendo la obsesión desde un presunto colectivo LGTBI en atacar a una mujer que tiene 56 años que ha sido de las primeras bisexuales que lo reconoció públicamente en este país. Que fue de las primeras mujeres en escribir una novela de temática abiertamente lesbiana. Que fue el referente feminista de toda una generación y cuyas obras se estudian en institutos y universidades tanto. Ni entiendo tampoco por qué a ti se te permite expresar opiniones que a otras no se nos permite expresar.
Me despido reiterando que me admiración sigue intacta. Nunca he dudado de que seas una gran profesional y probablemente la mejor (o una de las mejores) en lo tuyo. Y no me cuesta nada desearte, sinceramente y de corazón, lo mejor. Y lo digo sin ningún tipo de ironía ni de doble sentido. Sin rencor de ningún tipo. Primero, porque no creo que tú tuvieras ni idea de por qué me echaron. Y segundo, porque a fin de cuentas crecí en un hogar católico y recibí una educación católica. Por eso ni creo en el rencor ni intento sentirlo.
También por último quiero decir que te he escrito de periodista o periodista. Porque creo que los periodistas debemos defender algo sagrado: la libertad de expresión, la la libertad de creencias y la libre expresión de la actividad intelectual, artística, científica y de comunicación. Libertades fundamentales sin las cuales la democracia no existe. Y estos son tiempos oscuros en los que dichas libertades están siendo seriamente amenazadas por ley. Por la misma ley que nos quiere borrar a la mitad de la población. Y esto, en el 8 de marzo, debemos recordarlo.
TO Store