Pamela Valenciano acaba de darse cuenta de que los chicos sienten cierto desafecto por el actual movimiento feminista. Después de años escuchando que son violadores y opresores y que es culpa suya todo lo malo que les ha ocurrido a las mujeres (así, a … bulto) a lo largo de la historia (ahí es nada), parece ser que, oh sorpresa, se han hartado del esquizofeminismo hegemónico. Y ahora, Pamela Valenciano, se ha dado cuenta y dice que algo habrán hecho mal. Ella también. Pamela Valenciano, les cuento, lleva comiendo de ese movimiento desde hace un rato largo. No sé si ustedes la recordarán pero esta moza estuvo llevando sus monólogos, en la línea del feminismo institucional, peregrinando con su lamento, de centro educativo en centro educativo. Incluso se hizo viral un vídeo realizado por algún asistente en una de sus actuaciones (ellas lo llamarían algo mucho más farragoso como ‘sesión transversal y teatralizada de denuncia política a través del empoderamiento y la resiliencia’, o algo así), durante la cual humillaba a dos chicos, menores, hasta que estos abandonaban la sala. Llegó a pronunciarse, en calidad de prescriptora de opinión educativa, contra el veto parental; lo que es lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta que esta activista feminista vivía de que fuera posible el adocenamiento del alumnado, ese adoctrinamiento desprejuiciado a cuenta del erario. Pues bien, ahora Valenciano está muy preocupada por los chavales. Tras años ‘concienciando’ contra la violencia ejercida contra las mujeres «por el mero hecho de ser mujeres» (sin contemplar ningún otro factor o analizar ninguna causa, porque no interesaba) y de señalar a los varones (incluidos menores), como violadores, opresores y maltratadores, ahora le parece que lo que veníamos diciendo ya entonces no era tan descabellado ni tenía nada que ver con insensibilidad hacia un problema (sin necesidad de hipérboles). Veo ahora que se celebra que haya abierto los ojos, que se preocupe por ellos, que recapacite y que lo diga en público. Bien, pues yo no me la creo. Mal me sabe y ya lo siento. Pero no me creo que ahora, de pronto, le preocupen los chavales como no me creía entonces que pensara, honestamente, que todo maltrato a una mujer es por el mero hecho de serlo, sin mayor consideración, y que todo hombre es un violador en potencia. Creo que está haciendo ahora lo mismo que hacía entonces: rentabilizar en lo personal una pulsión social. Es lo que ocurre cuando del hambre solo te separa que se mantenga el chiringuito. Y el chiringuito de Pamela Valenciano son los monólogos teatralizados. Y siempre es más agradecido (para el estómago y el bolsillo) que te paguen desde las instituciones que el de administración de la Chocita del Loro de turno. El olfato de un vago y el de un destalentado son, a estos cambios sociales, lo que el jilguero en la mina: huelen el declive antes que nadie y se apresuran a cambiar el discurso antes de que les atropelle un cese de la actividad. Quedémonos, pues, con lo bueno: Pamela Valenciano ha olido la que se viene y abandona la mina.
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