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La censura a Soto

by Marko Florentino
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Hace un año que José Manuel Soto desbarraba en las redes fruto de una noche alegre que a la postre le dejó no sólo una mañana triste, sino que lleva más de 365 días en el ostracismo profesional por culpa de unos insultos al presidente y a sus votantes. El cantante se dejó llevar por el discurso tabernario que se ha consolidado en espacios como twitter donde el argumento ha sido desplazado a empujones por el hachazo verbal. Se puso al nivel de todos aquellos que han transformado un instrumento, que nació para opinar con cualquiera, en un lodazal salpicado de perfiles enmascarados. De aquella metedura de pata, el sevillano pidió perdón pero de nada le sirvió para que no le suspendieran conciertos por orden de los ayuntamientos que los sufragaban. Los hubo de uno y de otro color, según él mismo lamenta. Un año ha transcurrido de aquello y la sentencia sigue en vigor. Si hubo disculpas, no hay más motivos para la cancelación permanente que la pura revancha. La pena que paga Soto, por tanto, no obedece a aquel hijo de tal que escupió de manera soez; su culpa es la de nadar a contracorriente en muchas ocasiones, de pensar desde el extremo opuesto a lo políticamente correcto instalado en cada preciso instante. De ser un facha de manual para muchos que esgrimen la intolerancia desde la progresía más falaz.Podemos pintarlo del color que queramos, pero a Soto le han censurado y eso en un país democrático nunca puede ser una buena noticia, ni siquiera motivo de chanza como muchos han querido hacer tras admitir el artista que está condenado a la muerte profesional y personal. Es una noticia terrible que no provocará ninguna reacción porque el principal protagonista acumula más odios que abrazos en las redes que miden hoy en día la reputación social de un persona a través de emoticones. Pero lo mismo que Soto no puede ser censurado por haber metido la pata con un comentario insultante ni por sus ideas claramente en las antípodas de la izquierda; tampoco puede ser perseguido un artista por cantar irreverencias o un humorista por mofarse de una devoción mariana. La defensa de los derechos fundamentales y de las libertades de un individuo no va por barrios por mucho que se empeñe el sectarismo ideológico. Uno no se levanta lapidando a Soto para después defender la libertad de César Strawberry, de Def con Dos, sin caer en la más absurda contradicción. Dicho sea de paso que a Strawberry le absolvió no sólo el sentido común sino también esa justicia fascista de la ‘España idiota’.No hay ataques buenos o malos a la libertad de un individuo. Siempre son zarpazos a lo más valioso que tiene el ser humano aunque esa persona te resulte la expresión más insufrible de existencia. Precisamente es la libertad de tu opuesto la que debería preocuparte más para que de ella no dependa que la tuya se vea amenazada. Y que a Soto le juzgue sólo la audiencia.



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