La última vez que Felipe Henao habló con su hermana Ana María Knezevich fue el 24 de enero de este año. Poco antes habían mantenido otra conversación en la que sus lazos volvieron a unirse después de un tiempo de distanciamiento. La mujer había estado muy centrada en su matrimonio y se había alejado de su familia. Todos ellos vivían en Florida, adonde emigraron de su Colombia natal. La primera en llegar a Estados Unidos fue ella y poco a poco fueron llegando el resto de miembros del clan, sus padres y sus dos hermanos. Unos días después de ese 24 de enero, la mujer de Felipe se texteó con su cuñada. Hablaron del bebé que ella esperaba y que iba a convertir a Ana en una feliz tía. Desde el 2 de febrero se pierde su pista. El último lugar en el que se sabe que estuvo es su apartamento de lujo en Madrid.
“Como hermano, me pongo en el peor escenario”, explica Felipe en una conversación telefónica. Desde casi el inicio de la investigación mantiene conversaciones con el FBI, que colabora con la Policía Nacional en esta causa, pero nadie le transmite detalles de unas pesquisas que permanecen bajo secreto. “Es frustrante no saber nada, pero sé que están trabajando en ello de forma muy intensa. Tengo que mantenerme fuerte, a mi mamá es a la que más fuerte le está pegando”, reconoce el hombre.
La familia fue consciente de que algo malo había sucedido después de varios mensajes sin responder y llamadas sin contestar por parte de Ana María, de 40 años. “Yo mismo le escribí el mismo viernes que desapareció para contarle que teníamos cita con el médico. Le habíamos dicho a muy pocas personas que íbamos a tener un bebé, pero ella sí lo sabía”, recuerda Felipe. “Me extrañó que no respondiera, pero entre el trabajo y otras cosas no fui consciente, hasta que pasó el tiempo, tampoco contestaba a mi madre…”. El lunes 5 de febrero, una amiga de la mujer les confirmó que se había perdido su rastro y que otra de sus íntimas en España había presentado una denuncia por su desaparición. También les hablaron de los dos últimos extraños mensajes que supuestamente les había escrito Ana María a las dos hablando de un misterioso nuevo amor. “No estaban escritos como lo hacía ella y el que estaba en español, parecía traducido de forma automática”, explican fuentes cercanas al caso. Desde entonces, la familia permanece atenta desde Florida y se ha puesto en manos del abogado de SOS Desaparecidos, Juan Manuel Medina, para que les represente en suelo español.
Ana María se había instalado en Estados Unidos hacía 18 años. Allí trabajaba como contable en un centro de educación para niños con discapacidad, hasta que conoció a su marido David, hace 13. Ella abandonó su trabajo y emprendieron juntos en diferentes negocios que les fueron extremadamente bien y les dieron beneficios millonarios. Gestionaban empresas de alquiler de apartamentos turísticos y también de material informático.
Pero hace unos meses, la relación entre ambos empezó a derrumbarse y después de verano comenzaron los trámites de divorcio. Sin embargo, según fuentes cercanas a la familia, estas negociaciones se atascaron porque Ana María pretendía una división del 50% de su patrimonio que su marido no estaba dispuesto a asumir. En este contexto, a finales del año pasado, la mujer se mudó a Madrid, una ciudad en la que se sentía cómoda, quería emprender nuevas aventuras empresariales y donde tenía algunas amigas. En los últimos meses, la mujer había seguido recibiendo mensajes contradictorios de su marido en los que este incluso le proponía reconciliarse o venir a visitarla a España. Ella siempre se había negado.
Desde el principio, su marido aseguró que él no sabía nada de la que había sido su esposa desde hacía tiempo y que no podía ayudar en su búsqueda. El mismo lunes en el que la familia fue consciente de la desaparición, uno de los hermanos llamó a David, que al principio no cogió el teléfono, pero luego le dijo que estaba en casa de un amigo y finalmente aseguró estar de viaje hacia su Serbia natal. Este periódico ha intentado ponerse en contacto con el hombre y su abogado, sin obtener respuesta hasta el momento, pero en algunos medios estadounidenses, el letrado penalista contratado por David ha defendido la inocencia de su representado y ha asegurado que él está en Serbia desde hace meses.
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Una de las patas de la investigación es el hecho de que el día previo a la desaparición de Ana María, las cámaras de seguridad de su bloque de pisos fueron inutilizadas con un espray negro. La policía analiza si este hecho puede estar relacionado con el caso de la mujer estadounidense. Los agentes también estudian las imágenes de las cámaras de la zona para detectar algún coche sospechoso en las inmediaciones de la casa en las horas en las que se cree que se perdió el rastro de la víctima. Las cerraduras de la casa de Ana María no estaban forzadas, pero sí que faltaban algunos objetos de valor, como dispositivos electrónicos. Tampoco se ha hallado el móvil de la víctima. El caso está siendo instruido en un juzgado de violencia sobre la mujer.
“Tenemos que pensar en todas las posibilidades”, admite Felipe con entereza. Todos son conscientes de que cuantos más días pasan, menos esperanzas quedan. Pero la familia al menos quiere respuestas. Su hermano define a Ana María como una gran amante de las actividades al aire libre, especialmente el senderismo, y a la que también le gustaba apreciar buenos vinos. Adora a los animales y en especial a su perrita Schnauzer Juanita, que ya murió, y a la nueva, Josi, a la que trajo desde Serbia y que tuvo que dar en adopción cuando se trasladó a España. Estos son los recuerdos que los que la quieren almacenan de ella, mientras aguardan un desenlace para esta angustia.
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