Cuando comienzas a correr, es fácil pensar que tu progreso se mide únicamente en velocidad, tiempo o distancia. Cada paso que das te impulsa a ir más lejos, más rápido, a mejorar marcas y comprobar que puedes superarte. Es esa chispa competitiva, muchas veces contra ti mismo, la que parece marcar el rumbo. Sin embargo, correr despacio, aunque no parezca tan espectacular, también tiene mucho valor. Tal vez no destaque en redes sociales ni genere admiración entre corredores experimentados, pero sus beneficios pueden sorprenderte.
A menudo el ‘slow running’ se subestima. Parece contradictorio hablar de correr y al mismo tiempo hacerlo con calma. Aun así, esta práctica esconde un enfoque completamente diferente del ejercicio, más amable con el cuerpo y con la mente. No se trata de conformarse, sino de entender que correr lento también es entrenar, también es avanzar. Te ofrece otra manera de disfrutar del running sin la presión de mejorar siempre tus tiempos. Y si bien no tiene el brillo de un sprint final o una media maratón, sí tiene la profundidad de un hábito que se puede sostener en el tiempo.
Cuando corres despacio, estás creando una base sólida. No solo para el rendimiento físico, sino también para la constancia. Hay días en los que tu cuerpo no pide velocidad, sino movimiento. Y ahí es donde este tipo de carrera cobra sentido. Porque permite seguir corriendo sin agotarte, sin exprimir cada músculo, sin que la exigencia lo convierta en una obligación. Y lo mejor: sigues sumando beneficios físicos y mentales.
Qué es el ‘slow running’
A simple vista, el ‘slow running’ puede parecer otra moda pasajera de redes sociales, pero en realidad está conectado con una forma de entender el fitness más centrada en el bienestar integral. Esta corriente no busca competir con nadie ni convertirse en una tendencia de alto rendimiento. Más bien, propone un ritmo amable, accesible, que le da espacio al cuerpo para adaptarse, mejorar y disfrutar. En cierto modo, es otra tendencia distinta, como sucede con el rucking, del que ya te hablamos en THE OBJECTIVE.
Correr a ritmo lento reduce la presión sobre las articulaciones, disminuye el riesgo de lesiones y permite que el corazón y los pulmones trabajen de forma más eficiente durante más tiempo. También ayuda a desarrollar la resistencia de manera gradual, lo que resulta clave tanto para quienes recién se inician como para quienes ya llevan tiempo corriendo. Además, al tratarse de una práctica menos intensa, permite mantener una rutina más constante, algo fundamental para notar cambios reales a mediano y largo plazo.
Otro aspecto relevante es que correr así puede ser mucho más inclusivo. No todo el mundo se siente cómodo haciendo deporte de alto impacto o siguiendo un plan estricto de entrenamiento. Pero trotar a un ritmo tranquilo, sin presión de cronómetro ni meta específica, abre la puerta a muchas más personas. Se convierte en una actividad saludable, efectiva y sobre todo accesible, sin importar edad, experiencia o condición física.
Cómo practicar el ‘slow running’

Practicar ‘slow running’ puede parecer sencillo, pero requiere más atención de la que imaginas. No basta con bajar el ritmo. Es importante aplicar una estrategia que combine correr y caminar. Esta técnica, llamada run-walk, permite dosificar el esfuerzo y mantener la actividad durante más tiempo. Así, el cuerpo se adapta sin sufrir picos bruscos de intensidad, lo que también mejora la recuperación y reduce la fatiga.
Incluir esprints cortos, de forma espontánea, puede ser útil. No se trata de hacer series o de batir un récord personal. Son solo momentos breves en los que se sube un poco la intensidad, activando el cuerpo sin perder el enfoque principal: moverse a un ritmo suave. También es importante escuchar el propio aliento. Si notas que te cuesta mantener una conversación mientras corres, probablemente estás yendo más rápido de lo que deberías. Esa es la señal para reducir la velocidad.
La respiración y el ritmo cardíaco son dos indicadores clave en esta práctica. Lo ideal es mantenerse dentro de una zona aeróbica que no exija demasiado. Cada persona tiene un umbral diferente, pero en general, si puedes respirar de forma cómoda y sin agitación, vas por buen camino. Al final, no es cuestión de marcar un tiempo, sino de crear una relación saludable con el running. Una relación que puedas mantener a largo plazo sin agotarte ni frustrarte.
El ‘slow running’ no es correr menos. Es correr distinto. Y hacerlo puede cambiar completamente la manera en que ves el ejercicio, el progreso y tu bienestar. Porque no siempre hay que ir más rápido para avanzar. A veces, lo mejor es simplemente seguir corriendo, a tu ritmo.