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Temida Monarquía Hispánica, por Luis Antonio de Villena

by Marko Florentino
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No hace muchos días aún, estuve en Palermo. Iba a hablar en la Universidad donde una hispanista me dijo: Encontrará la ciudad muy española, ¿verdad? Era la segunda vez que visitaba la capital de Sicilia, pero esta vez me di más cuenta. Palermo está llena de recuerdos hispánicos y más de los siglos XVI y XVII. Por ejemplo, los Quattro Canti, una suerte de plaza con monumentos e inscripciones latinas a los reyes españoles (y sículos) desde Carlos I hasta Felipe IV, inclusive. Me di cuenta, otra vez, que España, las Españas, la Monarquía Hispánica, en Europa y América, había sido un Imperio enorme y muy poderoso. Pero los españoles parecemos no darnos cuenta de ese pasado (que otras naciones tendrían en valor) y aún tendemos a relegarlo o ningunearlo.

Y así me volvió el tema de «la leyenda negra» antiespañola. Aunque quizás otros lo usaron antes, la expresión cobra sitio y sentido a partir del libro de Julián Juderías La Leyenda negra y la verdad histórica, de 1914. Libro que se deja releer hoy con todo sentido. Resumamos: la Monarquía Hispánica fue una entidad tan poderosa (y aún más el más de medio siglo que sumó Portugal y sus colonias) que despertó envidias, recelos y guerra. La «leyenda negra», en medio de las guerras de religión europeas y de la conquista y colonización de nuestra América, surge como un arma de propaganda política contra España, ideada y fomentada por Inglaterra y los Países Bajos, aunque pronto se unió Francia. Los españoles -furibundos católicos y papistas- se comportan salvajemente contra los protestantes, buscan sólo lucro y rapiña y son incultos y brutales con los indios de América, a los que esquilman y esclavizan… ¿No es necesario combatir a esa terrible Monarquía? 

El culmen primero de la «leyenda negra» llega con Felipe II, el rey que poseyó medio mundo y en cuyos dominios, desde Flandes a Filipinas, atravesando el mar y el continente, de veras no se ponía el sol: El Demonio del Mediodía. La Apología de Guillermo de Orange, antiespañola y antifelipista, se centra mucho en la irregular vida privada de ese rey cruel. A esa línea (ampliada) se suman las Relaciones de quien había sido secretario privado de Felipe, Antonio Pérez, que, desde París, se pone al servicio -1594- de todos los enemigos de su antiguo señor. Ni Felipe ni sus homónimos sucesores fueron reyes perfectos y sin duda hubo abusos y crueldades. Pero Isabel de Inglaterra o Enrique IV de Francia, no fueron mejores. Isabel decapitó a María Estuardo y persiguió cruelmente a los católicos ingleses, torturados o decapitados igualmente.

La temible Inquisición Española, vista como instrumento de poder regio, fue sin dudar cruel y excesiva, pero igual que la Inquisición Romana (papal, católica) que quemó a Giordano Bruno, o que la temible Inquisición protestante del temible Calvino (en Ginebra) que no sólo quemó a Miguel Servet sino que declaró a sus seguidores: «He venido a daros la espada y no la paz». Lutero había dicho a quienes debían luchar y exterminar a los papistas: «Matad a cuantos podáis, y si acaso morís matando, moriréis de muerte santa». Los puritanos ingleses, más calvinistas que los calvinistas, destruyeron obras de arte, incluso sepulcros, prohibiendo asimismo el teatro y castigando con penas severas a quienes no rezaban como ellos. El doctor Leighton, después de ser azotado en público, sufrió la pérdida de las orejas, la fractura de la nariz y la marca con un hierro candente de las letras s. s. (sembrador de sediciones). Falta: no ser puritano. 

«La Monarquía Hispánica seguía siendo el gran poder al que era necesario destruir y humillar, y lo que se decía del rey era extensible a todos los españoles.»

De otro lado -esto es puro apunte- se utilizó y utiliza contra España La Historia general de las Indias del padre Las Casas. Sin duda hubo excesos de todo tipo en la colonización española de América, pero se tendió a proteger al indio y por eso surgió el mestizaje, la actual y viva realidad de América latina, frente a la colonización anglosajona, que mataba a los indígenas y castigaba doquier. ¿Quién era peor? Las Casas que quería a los indios, desdeñaba a los negros… De acuerdo -digamos- España pudo hacer muchas cosas mal, pero no peor que Inglaterra o Francia. Mas la Monarquía Hispánica seguía siendo el gran poder al que era necesario destruir y humillar, y lo que se decía del rey era extensible a todos los españoles.

Y en 1700 Inglaterra, Francia y Holanda triunfaron de una España exhausta por defender el catolicismo. (¿Sabe esto la Iglesia actual, lo conoce el poco lúcido Francisco que quiere que se pida perdón?) Pero cuando cede la «leyenda negra» política, ya a principios del siglo XIX, surge la «leyenda folclórica y romántica» de una España pobre y en decadencia, con malos gobernantes y conflictos civiles, y eso es ya el tiro de gracia. Tanto que (caso insólito) los propios españoles se creyeron y asumieron una siniestra leyenda forjada por enemigos ante lo que fue un poder gigantesco: La Monarquía Hispánica. Hay que pensar mucho en esto -que no ha desaparecido- y arrancar un complejo de inferioridad fruto de la superioridad pretérita. Un mal que dura en exceso.     





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