El 26 de abril de 2021, tres chicos y dos chicas de entre 14 y 19 años, se encontraban jugando a las cartas en un parque del barrio de San Fermín, en Madrid, cuando una lluvia de machetazos puso fin a la partida. El peor parado fue un niño de 14 años al que sus amigos dieron por muerto y que recibió golpes con armas blancas en la cabeza, la cara, la espalda y acabó con la mano colgando. “Una salvajada”, resumen explícitamente fuentes policiales. Se trata de una caída, en el argot de las bandas juveniles, un ataque premeditado en grupo para marcar territorio o agredir a supuestos rivales. Les tocó a esos cinco amigos, a los que la policía no considera miembros de ninguna banda. Hasta la semana que viene, el caso se juzga en la Audiencia Provincial de Madrid. En el banquillo se sienta J. J. R., el único acusado mayor de edad detenido por estos hechos, supuesto miembro de los Dominican Don’t Play (DDP) y al que las víctimas identificaron por un tatuaje de una rosa en la cara interna de la mano.
Ese día, todo sucede en cuestión de pocos minutos. Sobre las nueve y media de la noche, el grupo agredido juega tranquilamente en un banco de la calle San Ruperto. Sentados cerca, hay otros dos chicos bebiendo unas latas de cerveza. A la misma hora una joven pasea por el parque con su perro. Se cruza con un grupo de “más de 10” personas vestidas de negro y con capuchas, algunos andando y otros en bicicleta. La muchacha sigue su camino. Unos minutos después, esos encapuchados caen con la mayor violencia posible sobre los amigos que juegan a las cartas. “Escuché D3, y cuando me estaba girando me llevé un machetazo en la espalda”, cuenta una de las víctimas, de 19 años. Ese es el grito de guerra de la banda de los DDP, el que usa en sus ataques contra sus enemigos los Trinitarios, el que repite en sus vídeos, el que pinta en los suelos de las canchas y parques que considera su territorio.
Esa primera víctima sufre dos heridas por arma blanca en el tórax y el abdomen, otra en la mejilla, una fractura en el canal auditivo y otra en el hombro. Otro de los chicos, con 17 años en ese momento, consigue escapar y refugiarse en un bar cercano tras recibir un golpe muy fuerte cuando antepone su brazo para proteger a una de las chicas, de 18 años, pero sus heridas son leves. El que se lleva la peor parte es uno al que llaman “el pequeño”, porque tiene 14 años. Cuando echa a correr cae al suelo y allí le dan dos machetazos en la cabeza que le dejan dos heridas de 25 y 10 centímetros de largo y cinco de profundidad. Le asestan otra cuchillada en la cara que le rompe varios dientes, le hunden dos navajas en el abdomen, le perforan el pulmón y casi le cortan la mano. “No le voy a mentir, lo vi fatal, con una herida en la cabeza, pensé que había fallecido. Iban a matarnos”, aseguró el amigo que resultó herido leve este lunes a la fiscal.
Todas las víctimas y los testigos reconstruyeron este lunes los hechos de aquella noche tras un biombo o por videollamada, asistidos algunos de ellos por la oficina de atención a las víctimas, un servicio de acompañamiento y apoyo ofrecido por la administración pública para casos de especial vulnerabilidad. “Estaba haciendo tiempo con las cartas hasta que llegara la hora de irme a casa, de repente me di la vuelta y cuando quise darme cuenta ya me habían dado con un machete o un cuchillo. Intenté huir, pero me caí al suelo y siguieron golpeándome, yo les pedí que pararan”, relató “el pequeño”, el más afectado, que ha quedado con un 97% de discapacidad reconocida y que necesitó dos años de tratamientos médicos e intervenciones. La mano resultó prácticamente seccionada del cuerpo, aunque los médicos consiguieron después reconstruirla, tiene daños neurológicos y también dificultad para caminar, además de las cicatrices evidentes. “¿Tiene problemas para hacer vida normal?”, le preguntó la fiscal en la sala. “¿Se refiere a si necesito ayuda para comer y todo eso? Sí, la necesito”, contestó el chico, que ahora tiene 17 años. Otra de las víctimas se fue a vivir con su familia fuera de Madrid tras el ataque.
El único mayor de edad acusado, que ahora tiene 24 años, se enfrenta a una petición de cárcel de 28 años por dos homicidios en grado de tentativa. Los informes médicos señalan que si los dos jóvenes más graves no hubieran recibido una atención médica inmediata, habrían fallecido en esa plaza. La defensa del acusado pide la libre absolución al asegurar que no fue el autor de los machetazos. El encausado sostiene que él ni siquiera estaba ahí, sino que se encontraba cerca, pero pasando el rato con su novia.
La policía también encontró en el registro en su vivienda varias armas blancas, una pistola de fogueo y collares que los agentes interpretan como un símbolo de poder en las bandas. “Todo eso es para grabar mis videoclips”, asegura él.
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-¿Y los cuadernos?- le inquirió la fiscal
-También, letras de mis canciones- justificó él.
Los miembros de las bandas juveniles reciben una especie de mandamientos y enseñanzas por escrito cuando son considerados integrantes de pleno derecho. La policía cree que eso es lo que él tenía en su domicilio y no letras de canciones. Los investigadores de la Brigada de Información de la Policía Nacional consideran que el origen de ese ataque es otra agresión previa. En la misma zona y solo unas horas antes, otro integrante de los Dominican Don’t Play conocido del acusado, fue agredido cuando caminaba con su novia. Los agentes creen que J. J. R. respondió con esta ferocidad a la agresión a su compañero.
Las investigaciones policiales situaron al acusado en la zona a la hora del ataque gracias al posicionamiento de su teléfono móvil y encontraron en su terminal decenas de archivos, contactos y conversaciones relacionados con los DDP. También había sido identificado semanas antes en un homenaje a un pandillero asesinado en Carabanchel en 2018. Las víctimas, además, pudieron ver un tatuaje de una rosa en la mano que empuñaba uno de los machetes, el mismo que tiene el que ahora se sienta frente al juez. Por estos hechos fueron detenidos también otros cinco supuestos miembros de los DDP, pero son menores y siguen un procedimiento judicial aparte.
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