José María Fuentes construyó durante un año, en un descampado, una barca con sus propias manos, fruto, igualmente, de un diseño personal, salvo una parte de la cubierta de fibra, que procedía de otra embarcación de Chiclana. Experto en electrónica y algo más que manitas, llegó al día de la prueba: lanzarla directamente al agua. Buenas noticias: flotaba. Durante dos años tuvo ciertos problemas de estabilidad y los pasajeros debían evitar moverse libremente por la peculiar nave. La solución fue insertar a cada lado un casco de catamarán.
Esta singular nave, movida en exclusiva por la energía absorbida por los paneles solares que forman su techo, surca las aguas del pantano de la Breña, en Almodóvar del Río, cuya playa se ha abierto recientemente, obteniendo además por cuarto año consecutivo la bandera azul.
Con reservas para entre cuatro y catorce personas, la barca solar es uno de los atractivos de una playa, que cuenta con otras actividades, como hidropedales, kayaks o pádel surf. Debido al aumento de las aguas, se ha puesto por primera vez en la zona frente al aparcamiento de coches. «El hándicap con el que contamos es que tenemos cada año que hacer la playa donde esté el nivel del agua», ha detallado Fuentes, también técnico del Ayuntamiento de Almodóvar del Río.
En un tiempo récord de tres semanas han conseguido allanar el terreno, extender la arena, instalar tres muelles y doce sombrillas. El pantano actualmente se encuentra al 36% de su capacidad. Al ser de regadío, si liberase agua para otros lugares este mismo verano, quizá la playa cambiases de ubicación. «Con el pantano mucho más lleno incluso se puede navegar hasta Trassierra». La actual es, de hecho, la sexta playa realizada en la zona.
Por la mañana, la playa de La Breña suele estar muy tranquila. Los amantes de la calma y la lectura tienen ahí su lugar. El mejor visitante es sin duda Pedro Curiel, natural de Almodóvar del Río y actualmente jubilado tras trabajar durante más de 35 años en Cataluña. «Se está estupendamente, el agua me encanta, porque está muy limpia, y aprovecho para nadar un poco y hacer ejercicio, ya que hace demasiado calor para andar en verano».
Entre semana, y hasta que se acercan las 13.00, Pedro puede tener el privilegio de encontrarse muchas veces solo, si acaso con la compañía de los socorristas que vienen a las doce del mediodía y se quedan hasta las ocho de la tarde.
Estos socorristas son Simón Fenoy y Álvaro Cañete, que por primera vez desarrollan su labor en el pantano. ¿Qué es lo más complicado de su trabajo en unas aguas de estas características tan distintas al mar o a una piscina? «Sobre todo no debemos perder de vista a las personas cuando están en el agua, tenemos que estar todo el rato atentos». Y así lo hacen, de forma obsesiva y diligente. Gracias a su quehacer, conocen bien el tipo de personas que vienen: «Sobre todo viene gente de Córdoba capital, también de Posadas, y ahora trabajadores de las placas solares de Guadalcázar, o bien personas que acuden a piscinas y se las encuentran cerradas, como sucede en Encinarejo, en caso de que vengan de Palma del Río o Écija; curiosamente viene poca gente de Almodóvar en comparación».
Visitantes
Conforme se va acercando la hora del almuerzo empieza a llegar más gente. Por ejemplo, un nutrido grupo de amigos compuesto por Francisco Javier Cruz, Joaquín Criado, Manuel Solís, Mario Sánchez, Marco Rosa, Alejandro Velázquez, Joselu Rodríguez, Lucía Capitán y María Escudero. Ellos proceden de la capital o diversos pueblos de la provincia; ellas, de un pueblo de Jaén y de Madrid, respectivamente. Se conocen del ambiente creado en segundo de Veterinaria. «Hemos venido con bocadillos y bebidas para echar todo el día, la verdad es que esta playa con sus sombrillas está muy bien».
De bastante más lejos, de Villaba, en Pamplona, viene la familia compuesta por un matrimonio y su hija ya mayor. Son Iñaki Olóriz, Idoia Maya y Nahikari Oloriz. Tras una semana en Trebujena, Cádiz, se alojaron en Villarrubia para conocer Córdoba. «De Andalucía conocemos Málaga, Sevilla y Cádiz, pero nos falta Córdoba». Debido al calor, buscaban refrescarse de alguna manera y llegaron a la información sobre el pantano.
La playa cuenta con servicios de socorrismo, un club naútico y hasta un chiringuito con espetos de sardinas
«Para conseguir la bandera azul lo primordial es la calidad del agua, cada quince días pasamos una inspección», detalla el concejal de turismo del Ayuntamiento de Almodóvar del Río, Rafael Aguilera. «Otros requisitos son el servicios de socorrismo, que tengamos todo lo necesario para las emergencias y actividades medioambientales».
Además del pantano, arriba de una colina se encuentran el Club Naútico y el chiringuito El Mirador de la Breña, desde donde se tienen excelentes vistas. Regentado por Rafael Rocha, cuenta con carnes a la brasa como elemento diferenciador, además de zona chill-out en la ladera, con coctelería y cachimbas. «Tenemos una seña de identidad: los espetos de sardinas, que nos vienen de Málaga o Huelva».
Arena, barcos, hidropedales, chiringuito y hasta espetos. En la playa de la Breña sólo faltan las olas.