Melody es valiente y poderosa, pero no porque lo diga su canción, sino porque se ha atrevido a desafiar al rodillo mediático sobre el conflicto en Gaza. Y no posicionándose del lado de Israel, ni mucho menos, sino guardando un silencio prudente. En un momento de verborrea barata, en el que todo el mundo es experto en Oriente Medio, Melody exhibió gallardía y moderación, y se abstuvo de entrar en cuestiones que le son (le deberían ser) ajenas. «Lo mío es el arte y la música, lo demás no tiene nada que ver conmigo», dijo.
La reacción de la purria sectaria ha sido la esperada, y el hecho de que fuese esperada es lo que convierte a Melody en una valiente. Melody es una artista que vive de sus bolos y conciertos, y que probablemente vaya a sufrir la censura de la izquierda, que cancela a todo aquel que no aplaude su discurso como un mono con platillos. Se ha jugado el pan.
Sobre todo, enfrentándose a RTVE, en donde todos los pelotilleros del Régimen cacarean «genocidio» al unísono en perfecta connivencia con la dirección del ente público, con el Gobierno de España y con el discurso oficial en general. La valentía, algo que no conocen quienes han atacado en grupo a Melody, es decir algo que nadie más en tu entorno está diciendo, no repetir como un loro la versión oficialista, pero justo eso, la falta de «valentía», es lo que le han achacado los palmeros a la joven.
Me fascina la firmeza con la que artistas e intelectuales orgánicos opinan sobre lo que sucede en Oriente Medio. Un servidor, que recientemente estuvo en Israel, solo tiene dudas, matices y aproximaciones vagas al conflicto. Pero lo que tengo claro es que bajo ningún concepto cabe tildar de «genocidio» lo que está sucediendo en Gaza, y que la única consigna genocida es la que dice que Palestina vencerá «desde el río hasta el mar», en referencia al exterminio del pueblo israelí. También me pregunto por qué los pacifistas no plantean siquiera como una posibilidad una rendición de Hamás que deje paso a la reconstrucción de Gaza, para la que no faltaría compromiso internacional. Pero bueno, que no venía yo a hablarles de eso.
«Frentes a cómicos irreverentes como Ricky Gervais, aquí tenemos a bufones del Régimen como David Broncano, que se ha sumado a la cacería contra Melodía Gutiérrez, riéndose de su trabajo, su actuación y su salud mental»
Ricky Gervais, el cómico británico, aleccionó con valentía a los artistas moralistas en la gala de los Globos de Oro de 2020, cuando pidió a los predicadores millonarios que resultaran ganadores que no usaran la plataforma para hacer un discurso político: «No está en posición de dar una conferencia al público. No saben nada del mundo real. La mayoría de ustedes pasó menos tiempo en la escuela que Greta Thunberg».
Frentes a cómicos irreverentes como Ricky Gervais, aquí tenemos a bufones del Régimen como David Broncano, que se ha sumado a la cacería contra Melodía Gutiérrez, riéndose de su agotamiento mental, de su trabajo y hasta de su actuación. Pero en nombre de salud mental. Rosa María Artal, adalid del feminismo, la ha llamado «imbécil» y ha deseado que «se estrelle». Nunca es el qué, sino el quién, y por eso la preocupación con la salud mental y el feminismo se convierten en armas arrojadizas contra el que no se adhiera sin fisuras al discurso oficial.
En la novela Los hermanos Karamázov, de Fiódor Dostoyevski, uno de los personajes más enigmáticos, el ermitaño, explica una paradójica experiencia que le contó un doctor: «Cuanto más amo a la humanidad, menos amo a los hombres en particular». Eso explica que todos los que exhiben banderitas de Palestina hayan cargado sin piedad contra una mujer española en el momento en el que no se ha adherido a su detritus ideológico; que los que impostan estar muy preocupados por los niños gazatíes odien a la mitad de sus conciudadanos, a los que tildan de fascistas, o aplaudan con fervor el aborto, que se lleva más de 300.000 vidas de inocentes al año en España. Cobardía e hipocresía a raudales.
