Tienen ganado el relato porque ha habido un cierto complejo en la derecha a la hora de defender postulados que tradicionalmente han sido bandera de la izquierda. A la inversa, podríamos decir que a parte de ésta le da como repeluco presumir de los símbolos … nacionales para no salirse del carril que marca el mester de progresía, del que llegó a escribir un tratado Paco Robles.
Ellos son los adalides de la defensa de los derechos de las mujeres y se atreven a señalar con el dedo al mismo tiempo que con el otro brazo tratan de tapar que todo un secretario de organización socialista, el fontanero del partido, pagaba a prostitutas con sueldos en empresas públicas que no sólo no pisaba, sino de las que no conocía ni el nombre. O que un primer espada de Podemos y de esa lucha feminista radical acabe viéndose sometido a todo un ‘me too’ que sus compañeras escondieron hasta que saltó por los aires que, por decirlo de alguna forma, también era un guarrete machista.
Otro de esos axiomas de los que se ha apropiado la izquierda es la defensa del medio ambiente, ya que sólo se puede tener conciencia ecológica si uno milita por aquella banda y lleva un pin en la solapa con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Así, hasta que un Ejecutivo como el de Moreno adopta esos mismos principios y los acaba desubicando en una línea ideológica ya borrosa. Por eso trazaron una cruzada que elevaron a Europa, donde ha acabado colocada la ministra Teresa Ribera, a costa del uso para el regadío de los pozos del acuífero de Doñana, que el propio Gobierno de Sánchez había autorizado años atrás. «Doñana no se toca», llegó a decir el presidente, que no terminó de apostillar la frase. «…O al menos no serás tú quien la toque». Tras aquella contienda Ribera y Moreno se convirtieron en cómplices por un fin común firmando un acuerdo que ambos vendieron como «histórico» para blindar el parque nacional. Así, al fin y al cabo, se acaba destruyendo el relato: uniéndose a él sin complejos.
Pero ese aforismo socialista que es la concienciación contra el despilfarro del agua ha saltado por los aires cuando unos agricultores y vecinos de una aldea de apenas 28 habitantes cercana al pantano de La Puebla de los Infantes han denunciado que la Conferencia Hidrográfica del Guadalquivir está tirando el agua pese a que es el único de la provincia que se mantiene en niveles de sequía. Ese embalse no llega ni al 7% de su capacidad ahora mismo, mientras despilfarraban más de 200 litros por segundo abriendo las compuertas. Aludían en su defensa que lo hacían para mantener el caudal ecológico del río Corbones. Cabe preguntarse hasta qué punto debía llegar ese caudal, porque se ha desbordado hasta activar la alerta roja. Asumiendo sus propios preceptos, como con la Fiscalía, nos preguntamos aquí de quién depende el agua. Pues eso.